ES UNA gozada leer las crónicas que nos envía don José María Segovia Cabrera. Este canario de la diáspora vive en Madrid y piensa en Canarias. Sus crónicas tienen todo el sabor de la nostalgia y el valor de la memoria.

Ojalá todos los que se fueron a otras tierras llevaran, como él, a su Canarias en el corazón. Esto le honra. Echamos de menos a gente como él, inteligente, capaz, que prestigien el solar donde nacieron y hagan su apología por el mundo. Canarios que no se arrepientan de serlo, cuyos corazones laten al ritmo de las Islas, criados entre verdes platanales y suaves alisios en amaneceres plácidos.

Esta tierra necesita de gente enamorada que el tiempo no logre desenamorar. Trabajar por Canarias es lo más bello y más sublime a lo que podemos aspirar, en donde quiera que estemos. Nuestra tierra nos necesita más que nunca. Por eso deploro tanto a aquellos canarios que la exprimen. Porque son gente inculta y sin sentimientos, adoradores nuevos del viejo Becerro de Oro. Sin categoría, ni personal ni política, para gobernarnos y para acertar en el gobierno. Qué pena.

Pero no queremos entonar un réquiem por Canarias, porque estas islas no han muerto. Siguen vivas, entre platanales; entre dulzores vitales semiocultos por la propia timidez de sus habitantes, pero espabiladas cuando es menester por los suaves alisios que llegan desde el Atlántico que nos baña.

Hace falta un cambio para desterrar el pesimismo y la pobreza y abrazar el optimismo y el bienestar. Los que están gobernando no saben o no quieren o no pueden. Por eso añoramos el pasado, que tanto nos enseña. Y por eso hacíamos alusión a las crónicas, magistrales por lo sentimentales, de nuestro colaborador Segovia Cabrera, ingeniero de minas, tinerfeño de pro y canario de vocación y de servicio.

Personas como él nos enseñan. Sus años, tantos y tan lúcidos, nos transportan en sus crónicas a una Canarias con menos recelos, menos zancadillas, menos envidias, mucho más cultura y racionalidad en los que nos gobernaban. Añoramos a esa gente porque la política se ha convertido en una cosa de magos, de incultos, de analfabetos funcionales y de gente que siempre dice lo mismo, que repite conceptos como los loros, sin ninguna altura para gobernarnos con acierto.

Es por eso por lo que abrazamos, como don José María Segovia, el pasado, que seguramente fue mucho mejor, como lo demuestra lo que estamos viviendo día a día. Aprendamos del pasado para no repetir los errores en el futuro.