Hemos visto con tristeza lo que está pasando con el puerto de Santa Cruz, ninguneado por los políticos y destrozado por políticos y funcionarios sin conciencia, que quisieron -y consiguieron- hacer de él un coto cerrado en donde no se mueva ni un papel.

Hemos recibido en este periódico muchos testimonios de gente indignada que deplora la actuación de quienes, como se decía en uno de nuestros artículos, han convertido los muelles de Santa Cruz en un embarcadero. Váyanse, hombre, dimitan; tengan vergüenza.

Consignatarios desilusionados, inversores cabreados, jóvenes emprendedores con iniciativa que han querido montar negocios en la zona portuaria y siempre reciben el no por respuesta. Se han cargado el puerto, que está lleno de chatarra, feo y sucio. Vayan a Miami para que vean cómo se gestiona un recinto portuario. Y, si no quieren, no se vayan tan lejos. Vayan a Las Palmas y verán un puerto mucho mejor organizado y donde los funcionarios atienden a la gente. No como aquí, que la desprecian olímpicamente.

Porque la ausencia de nuestro puerto, que tenía que ser el primero de Canarias, como un día lo fue, de la Red Transeuropea de Transportes nos la hemos ganado a pulso. Pero a pulso. ¿De qué vale ahora que Bermúdez y Melchior se lamenten y se laman las heridas? ¿Es que no lo veían venir? ¿Es que se han molestado en ir al muelle Sur para ver por dónde hacen circular a los turistas que desean visitar la ciudad y que llegan en cruceros de lujo? Los maltratan haciéndolos transitar por caminos polvorientos, sin los más mínimos detalles, como baños en condiciones o lugares de ocio donde puedan comprar; porque tienen muchos medios para hacerlo.

¿Por qué el comercio de Santa Cruz, que siempre se está quejando -Luis de Miguel incluido-, no se dirige a la Autoridad Portuaria para que active una zona comercial en el puerto en la que todo el que quiera participe? Y no me digan que está previsto en la reforma porque la reforma es el cuento de nunca acabar. Los comerciantes de Santa Cruz tenían que manifestarse ante la ventana de don Pedro Rodríguez Zaragoza, previas las autorizaciones pertinentes, para que abra el puerto a la ciudad, al ocio, al turismo y a todo el mundo. Que quite vallas, que abra puertas y balcones para que el ciudadano, a través de sus instalaciones, pueda ver el mar y que la ciudad no viva a sus espaldas. Que ya está bien, hombre.

Se trata de un puerto con edificios ruinosos; algunos de ellos han sido solicitados por empresarios para montar empresas de ocio y se les niegan. Máquinas inservibles abandonadas, chasis en desuso, industrias residuales que no pintan ni los muros. Una antigualla. Qué Red Transeuropea ni ocho cuartos. Luchen por su tierra, coño, que no hacen sino cobrar, decir que no a todo y meter la pata. Den facilidades a la gente, toletes.