HA ESCRITO un lector a este periódico, a propósito de la maraña normativa que anula cualquier inversión (por muchos organismos nuevos de promoción que se creen, como ese "Why Tenerife?" que se han sacado de la manga). Dice el lector una gran verdad, lo ha sintetizado mucho mejor que nosotros: "Hay que aprobar una ley que anule todas las leyes". He aquí el quid de la cuestión. Invertir en las Islas se hace muy difícil para los canarios e imposible para los extranjeros, que salen huyendo.

En otras comunidades autónomas se reciben inversores de varios países, en este momento y muy especialmente, rusos. Aquí viene un ruso y, por definición, ya lo llamamos mafioso. Pero cuando el ruso, que no es mafioso por definición, acude a un despacho profesional para enterarse de los trámites que tiene que llevar a cabo para hacer cualquier cosa, sale huyendo.

El mejor presidente del Gobierno de Canarias, el mejor presidente de un cabildo, el mejor alcalde será no el que cree muchos organismos para promocionar Canarias; será aquel que logre promulgar una ley que anule todas las demás existentes, por perversas, por contradictorias, por dañinas para las Islas, por absurdas, por incoherentes, por imposibles de cumplir.

Cuando dispongamos de una normativa adecuada será el momento de emprender acciones de promoción. Antes, no. ¿Y saben por qué? Porque cuando el que quiere dejar su dinero en Canarias para ganar él mucho más -primer objetivo de cualquier empresario normal- encuentre facilidades para sus propósitos, sienta que no lo llamamos mafioso por querer ganar dinero y halle el camino expedito gracias a normas racionales por las que transitar, entonces vendrá. Mientras tanto, una mierda. Ni con "Why Tenerife?" ni con "White Label", ¿entienden?

Nos pasamos el tiempo engañando al que viene cuando no hemos sido capaces ni siquiera de formar una casta de funcionarios entregados a la causa de su país, sino una suerte de peguistas, presos de las normas que los legisladores y otros políticos han creado, exclusivamente para entorpecer nuestro futuro. Estamos hartos de soportar a mediocres, a aprovechados, a sinvergüenzas que se adueñan de las instituciones para hacer su negocio a espaldas del pueblo que los eligió.

Y este es el resultado. Aquí no quiere venir nadie a invertir porque a nadie le gusta que lo engañen. Promulguen otra ley, la última: una que derogue todas las demás. Y luego, váyanse. Será el mejor servicio que le habrán prestado nunca a estas islas.