Un grupo de niños atiende sin chistar a las explicaciones de una guía que les expone conceptos básicos del arte. Es una imagen muy alejada del bullicio y la algarabía que suele caracterizar a los alumnos de esta edad -tienen seis años- cuando salen de sus colegios para asistir a actividades culturales.

Esta insólita estampa puede verse con frecuencia en el espacio cultural en Santa Cruz de Tenerife de la Fundación CajaCanarias, que lleva casi diez años -desde 2004- recibiendo a escolares de todas las edades -desde Primaria a Bachillerato- con el objetivo de proporcionarles las herramientas necesarias para mirar y vivir el arte. Entre 10.000 y 15.000 estudiantes han pasado por el recinto.

Para muchos de ellos se trata de su primer acercamiento a las manifestaciones artísticas. Pero la experiencia no empieza en la sala de exposiciones, sino en el propio centro educativo, a donde previamente se ha desplazado un miembro del equipo didáctico de la fundación.

El colegio María Rosa Alonso de Tacoronte recibió la visita de Mariano León, componente del equipo didáctico, que proporcionó a los estudiantes las claves con las que luego sacar provecho de la contemplación de las obras. En este caso, los niños han trabajado la obra de Joaquín Sorolla, protagonista de la muestra que CajaCanarias ofrece hasta primeros días de febrero.

Cuando, tras contemplar las piezas de la colección Gerstenmaier, suben las escaleras que conducen al primer piso del espacio cultural y se topan con la imagen de Sorolla, los alumnos le dedican un aplauso, a modo de prólogo a su inmersión en el universo bañado en luz mediterránea del pintor.

Durante su recorrido por la sala, y guiados por una de las trabajadoras de la fundación, Cristo Reyes, comprueban cómo es necesario alejarse de los cuadros para que los trazos cobren forma, descubren que unas pinceladas aparentemente gruesas y descuidadas pueden sugerir movimiento y comprenden que lo que parece arbitrario tiene un sentido.

El último paso, y el más gozoso para los niños, es el trabajo en el taller. En este caso, pintan unas lámparas con los colores y tonalidades que corresponden a una determinada hora del día. Es una tentación a la que muchas veces ni siquiera se resisten los alumnos de más edad, estudiantes de Bachillerato que hace ya tiempo que no tienen la oportunidad de pintar en clase.

"No se les dice así es Sorolla, sino que son ellos mismos los que lo van descubriendo con las herramientas que les damos", explica Álvaro Marcos Arvelo, director de Acción Cultural de la Fundación.