La triste noticia del fallecimiento de José Rodríguez Ramírez supone una gran pérdida para la capital en la que discurrió toda su vida. Porque fue aquí donde trazó todas las vertientes de su existencia, tanto en el plano humano como profesional, con un acreditado amor por este municipio. Su decidida implicación en la vida social de Santa Cruz, donde una calle lleva su nombre, le valió también la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad, otorgada por el Pleno del Ayuntamiento, que le fue impuesta el 5 de febrero de 1993. Tal era el apego que sentía por esta localidad que, en el transcurso de aquel acto, reconoció públicamente que la distinción simbolizaba su "adoración a un lugar que llevo enraizado de tal forma que me revuelvo si alguien atenta contra él".

Apasionado en la defensa de sus ideales, cualquiera de las muchas conversaciones que tuve ocasión de mantener con él siempre giraban sobre el eje de una constante preocupación por el progreso de Santa Cruz y su consideración como capital del Atlántico. Ese patriotismo chicharrero, en el sentido más extenso de la palabra, resultaba indisimulable cada vez que se pronunciaba acerca de asuntos que tuvieran que ver con cualquier aspecto de su acontecer, desde la política hasta la economía, pasando además por la cultura, las tradiciones, el medioambiente... Todo le preocupaba y sobre todo expresaba su opinión, con el entusiasmo propio de quienes sienten la ciudad en la que viven como si fuera su hogar.

Originario del barrio de El Toscal, donde aprendió desde niño a apreciar y querer nuestro Puerto, presumía de conocer la ciudad palmo a palmo. No en vano, resultaba muy común verle pasear por sus calles y plazas, donde departía con muchas de las personas con las que se encontraba por el camino, tal era su popularidad. Basta con repasar las notas que jalonaban su biografía para confirmar el aprecio que se supo ganar entre la ciudadanía local, en forma de un sinfín de distinciones, tanto de entidades de gran peso social como de pequeños colectivos ciudadanos, vecinales, recreativos, culturales y deportivos, que siempre le agradecieron el apoyo y la difusión de sus actividades en las páginas de EL DÍA.

Tomando como base el histórico rotativo que fundara su tío, Leoncio Rodríguez, originalmente bajo la cabecera de La Prensa, José Rodríguez también dio muestras de una probada capacidad en el mundo de los negocios. Ejemplo de ello ha sido el liderazgo alcanzado por el periódico de su dirección, al que unió otros medios en los apartados audiovisual y digital, obteniendo como resultado la creación del Grupo de Comunicación EL DÍA. Esa decidida apuesta por la economía local, con la consiguiente creación de empleo, le valió asimismo el reconocimiento como empresario preocupado por el desarrollo insular.

Don José, como cariñosamente se le conocía, ha sido, es y será un referente para los medios de comunicación de estas Islas. Sin duda alguna. Pero estoy convencido de que lo que le haría verdaderamente feliz es que se le recordara como un santacrucero de pro, defensor y orgulloso de su ciudad y querido por su gente, por tantos chicharreros que ya lo añoran.