He escuchado a Jorge Marichal, el jefe de Ashotel, aventurar buenas perspectivas para el verano en Tenerife, hablando de turismo, si la Isla es capaz de atraer al turismo nacional, que es el que nos ha fallado en los últimos años. No por su voluntad, sino a causa de la crisis. El turismo español, el de riñonera y tobillo blanco, es bueno porque en general se gasta la pasta.

Qué decir del turismo español de golf, que éste sí que nos conviene y que cada vez viene más, pero en toda época del año porque aquí, sobre todo en el Sur, se puede jugar al golf en invierno y en verano. Qué gozada para los buenos aficionados a este deporte. Si los japoneses se enteraran de este clima estarían aquí todo el año. Así que ya lo saben.

Es fantástico que el turismo no nos haya abandonado en estos seis años de crisis profunda y cruel. Lástima que por sí solo no pueda tirar del carro de la economía en general, porque nos hubiera alegrado la vida. Pero no nos ha fallado. El turismo ha mantenido el nivel y ha mantenido los puestos de trabajo.

Es curioso que las Canarias casi siempre se vean favorecidas por los conflictos internacionales. Todas las crisis externas nos han favorecido hasta ahora. Pero con lo de Ucrania y Crimea corremos el peligro de que los rusos dejen de venir, si la Unión Europea pone pegas para los visados. Ojalá que no, porque nosotros necesitamos al tranquilo y gastador turismo ruso, que no plantea problemas y se gasta aquí muchísimo dinero.

El optimismo del presidente de Ashotel viene dado por la excelente ocupación en el invierno y por una muy buena Semana Santa, en la que se han llenado los hoteles del Sur y los del Norte han llegado a un 75%. Es decir, cifras a la altura de las mejores de la historia.

El verano es siempre más incierto, sobre todo desde que nos fallaran los 500.000 peninsulares que llegaban en esta estación a remediarnos el bajón natural de los turistas extranjeros. Es preciso recuperar este mercado y, si es preciso, potenciarlo.

Las Islas Canarias necesitan de una permanente renovación de su planta hotelera. Yo creo mucho más en los hoteles de cinco estrellas, que son los que prestigian los lugares turísticos, pero hay establecimientos de cuatro estrellas a la altura de los mejores y que serían cinco estrellas en cualquier lugar del mundo.

Nos podemos -y nos debemos- enorgullecer de contar con una planta alojativa de primerísimo orden. A Canarias no le ha regalado nadie nada sino que el prestigio en el sector nos lo hemos ganado a pulso durante muchos años. Desde 1958 en que comenzó en la isla tinerfeña el turismo de masas. Con los suecos, ni más ni menos.