De refugio de paz y vida pausada, la isla de El Hierro, Reserva Mundial de la Biosfera desde 2000, pasará en menos de un año a ser también el territorio insular más grande del planeta capaz de abastecerse por completo de energías limpias, siempre que se cumplan las expectativas surgidas hace ya más de 30 años. Todo un hito que convertirá a la menor de las Canarias en un referente mundial a emular en otros muchos sitios, la mayor isla en sensibilidad y pragmatismo ecológico.

La inauguración, durante la mañana de ayer y con infinidad de autoridades, de la central hidroeólica de Gorona del Viento pone fin o, mejor, marca un punto de inflexión de un sueño casi quimérico surgido a principios de los años 80 del siglo XX por, entre otros, dos extrabajadores de Unelco que ayer acudieron al acto de apertura tras conseguir que sus cuadros cuelguen para siempre en dos cabildos: Tomás Padrón y Ricardo Melchior. Un anhelo que, en contraste con la agria polémica por las prospecciones petrolíferas, disputa que ayer colonizó también algunos discursos y hasta solapas de chaquetas con pegatinas en contra del petróleo, ha logrado consenso en todos los partidos y administraciones. Desde la UE a los últimos gobiernos centrales de PSOE y Partido Popular, sin olvidar, por supuesto, a la Comunidad autónoma y el Cabildo herreño. Todos han dicho sí.

Aunque desde el Gobierno central se insiste en la perfecta compatibilidad de la búsqueda de petróleo y la conversión de El Hierro en mito verde, la palabra contradicción resulta casi inevitable. Y es que, siempre que se cumplan los plazos y las intenciones, y no ocurra lo que ha pasado con otros proyectos que pretendían colocar a la Isla del Meridiano como referente (como ocurre con la señal de internet o la planta de piensos), este amplio territorio insular, con 10.800 habitantes, puede ser totalmente independiente de los sistemas energéticos tradicionales y contribuir como pocos a luchar contra el calentamiento global y el cambio climático. Para el presidente regional, Paulino Rivero, la contradicción es insalvable.

Desde cualquier electrodoméstico, desde la carga de un simple móvil a todos los vehículos eléctricos que se muevan por sus carreteras o a la energía que necesiten el aeropuerto o las empresas mayores asentadas en la Isla, todo dependerá de lo que generen cinco molinos y las turbinas que se alimentarán del sistema de caída de agua que gritó al mundo durante décadas el escritor Alberto Vázquez Figueroa. Eso sí, habrá un periodo de transición y adaptación hasta 2020, y siempre la garantía de las energías combustibles para casos de emergencia.

Entre otros logros, este proyecto evitará un consumo anual de 6.000 toneladas de diesel equivalentes a 40.000 barriles de petróleo que, ahora, llegan en barco. Esto se traduce en un ahorro de unos 1,8 millones de euros al año, aunque el ahorro principal lo experimentará la atmósfera, que evitará 18.700 toneladas anuales de dióxido de carbono, causante clave del efecto invernadero. Como subrayan los promotores de Gorona, una cifra que representa un bosque de 10.000 a 12.000 hectáreas; es decir, unos 20.000 campos de fútbol. Asimismo, no se lanzarán al aire 100 toneladas anuales de dióxido de azufre y 400 de óxidos de nitrógenos, algo así como que una guagua recorra en un año 600 millones de kilómetros.

Aparte de estas aportaciones claves si se cree en el cambio climático y en la autosuficiencia, la iniciativa ya ha colocado a El Hierro en el mundo, le ha servido para estar en páginas de infinidad de periódicos y en reportajes de numerosas televisiones, aparte de fomentar el turismo científico y la formación de futuros trabajadores e investigadores.

Como si fuera un autotributo, el viento y el agua también acudieron ayer a la inauguración. En una isla de microclimas continuos y cambiantes resulta hasta normal, sobre todo que haya viento en el lugar elegido para una planta con estas pretensiones, justo debajo del casco de Valverde. La lluvia es menos habitual en verano y se hizo presente, principalmente, en el mirador de La Peña, donde tuvieron lugar unos discursos que explicitaron la polémica por las prospecciones.

Antes, Rivero y el subsecretario de Energía, Enrique Hernández Bento, anticiparon en parte su lucha dialéctica posterior con una especie de pique al tapar con tierra la caja que contendrá para siempre los periódicos del día y las obras premiadas de diversos concursos escolares para inmortalizar la inauguración. Fue como si ambos quisieran probar su destreza y fuerza con la pala.

Rivero se encargó luego de poner en marcha por primera vez, por lo menos oficialmente, el aerogenerador número 1. Lo siguió el subsecretario y un pletórico presidente del Cabildo Herreño, Alpidio Armas, quien incluso rompió el protocolo para propiciar que los números 4 y 5 fueran conectados por Tomás Padrón y Ricardo Melchior. Todo un detalle que los presentes reconocieron con un prolongado aplauso.

Tras el aluvión de fotos, y con otro creciente aluvión en forma de lluvia, se pasó a los discursos en La Peña. Si Armas insistió en presentar a El Hierro como referente mundial de un cambio imprescindible en la energía, aparte de resaltar la figura del consejero delegado de la empresa mixta Gorona del Viento (Juan Manuel Quintero) como clave, Bento no se cortó y, en un discurso directo y contundente, se reivindicó como canario que busca lo mejor para las Islas y rechazó cualquier "guerra", aunque su alusión implícita a las polémicas prospecciones pareció toda una declaración de eso, de guerra o batalla aceptada y lidiada.

Rivero fue más sutil, aunque respondió remarcando que la mejor defensa de Canarias no es compatible con la posibilidad de destruir su principal fuente de riqueza: el turismo. Las armas, en minúscula y con Alpidio al lado, en alto.

Pase lo que pase, y ahora que está tan presente una coronación, lo que si está claro es que El Hierro se "goronó" ayer, en Gorona del Viento, como rey de la sostenibilidad insular en el mundo con un proyecto que puede extenderse, poco a poco, a territorios continentales, si bien eso dependerá de si esta apuesta tiene o no continuidad en otros lugares.