Tener diabetes no es fácil, pero cuando quien la padece es un niño es si cabe más difícil porque no suele tener a amigos que entiendan qué le sucede, cómo se siente o con los que compartir sus dudas y miedos. Para acabar con esta situación la Asociación de la Diabetes de Tenerife (ADT) lleva trece años celebrando un campamento en el que los más pequeños no solo pueden aprender todo lo que necesitan saber para el correcto manejo y control de la enfermedad, sino para que hagan amigos a los que acudir si alguna vez tienen algún problema o duda.

La colonia de verano, como la denomina la ADT, es didáctica sí, pero también muy muy divertida.

¿Hay que aprender a manejar la insulina o el glucagón? Pues nada de conceptos teóricos aburridos y que difícilmente llegarían a los niños de entre 7 y 10 años; lo mejor es que una pirata sea la profesora y que los alumnos sean sus grumetes divididos en dos equipos que pugnan por premios muy útiles en un campamento como, por ejemplo, cantimploras.

Con sombrero y espada, la profesora pirata imparte conocimientos a unos pequeños que no le quitan ojo -y eso que algunos solo tienen uno porque el otro se los tapa un parche pirata- y que casi sin darse cuenta en un ratito han aprendido lo que no se debe hacer nunca cuando una crisis de glucosa llega a producir una pérdida de conocimiento.

Mientras tanto, los más mayores -que en este caso tienen entre 11 y 14 años- hablan de sus temores y preocupaciones, de cómo les puede afectar la enfermedad el día de mañana en su vida cotidiana, pero sobre todo se cuentan sus cosas.

Las niñas van por un lado y los niños por otros.

Ellas comentando hasta la saciedad las novedades del grupo de música One Direction y sobre Miley Cirus y Rihanna, y ellos escenificando el manido pique entre seguidores de Cristiano Ronaldo y Leo Messi y hablando los últimos juegos de la Play Station.

Una de las actividades que más ilusión les hace es la caminata que harán por el monte de La Esperanza, aunque el poder utilizar el rocódromo también ha sido una novedad muy bienvenida para los más aventureros.

El campamento empezó este lunes y terminará el domingo y para ese entonces los chicos habrán hecho todo tipo de actividades deportivas y sobre todo habrán aprendido a convivir con otros niños y con la diabetes.

Y es que muchos descubrirán que estaban haciendo algunas cosas mal -como por ejemplo las mediciones de glucosa - y regresarán a casa sabiendo controlar mejor su enfermedad.

Además, se forjan amistades "de esas que duran para siempre", como confirman los tutores que están pasando estos días con los pequeños y también Carla, la única niña del campamento que repite experiencia, y que asegura que si lo ha hecho ha sido sobre todo para conocer a amigas tan buenas como las hizo el año pasado.

Y es que dormir juntos en cabañas con literas es una experiencia que "une mucho", al igual que realizarse todos juntos los controles de azúcar en el comedor.

Al sonido del silbato todos corren a reunirse para medirse la glucosa. Probablemente es la primera vez en que a nadie de su alrededor le llama la atención que utilicen las tiras reactivas o los bolígrafos de insulina y por eso se pinchan con total normalidad al tiempo que hablan animadamente con los amigos.

"¡Foto!, ¡foto!", avisa uno de los cuidadores y todos corren a posar poniendo alguna cara graciosa al tiempo que uno grita y le siguen todos los demás: ¡Azúuuuucar!.