Iglesia matriz, parte de la fundación de un pueblo nacido de una conquista, archivo de nuestra historia... La boca se llena y no caben las palabras. Pero ya van cinco con la de ayer. No piedras del envite sino penitencias. La lluvia de ayer anegó en muy pocos minutos el templo de La Concepción y lo volvieron a limpiar los de siempre. O sea, el párroco, Mauricio González, y sus fieles.

"Somos ocho, pero dos turistas de París se han sumado a ayudar a don Mauricio", apuntaba el SOS de las redes sociales. Antes, sobre las once de la mañana, la lluvia, esa tromba de agua había inundado de nuevo La Concepción.

A las cuatro de la tarde la situación seguía siendo complicada y don Mauricio miraba al cielo "porsiaca". Las declaraciones a la COPE eran contundentes: "Es la quinta vez desde 2002. El templo se inundó hasta el presbiterio, al igual que causó la rotura de una puerta lateral y los bancos, por la altura del agua, llegaron a flotar. Esta tarde ha descendido el nivel en el interior de la iglesia, pero seguimos achicando agua.".

En el momento de la lluvia había numerosas personas en el templo, entre ellos niños de las catequesis. "¿Dónde está una cuadrilla del ayuntamiento para ayudar? Hace falta una plancha de metro y medio de parapeto como en otras instituciones... Perdón, pero no lo puedo evitar", se preguntaba indignado el párroco de La Concepción de Santa Cruz, Mauricio González. A las siete y media, decía ya más tranquilo, "aquí seguimos los ocho o diez de esta mañana, sudando de gimnasio con vinito moscatel, y torrijas. Y eso que la tormenta se fue para Las Palmas. A lo mejor se fuero al club o a la playa pero e tiempo no estaba muy bueno para eso".

Como en las cuatro ocasiones anteriores, la ayuda vino de los que estaban en la iglesia. Algunas habituales "buenas señoras" y un concejal experto en el manejo del escobillón y el haragán. Como refuerzo, dos chicas francesas, Elice y Marine, que estaban aquí de vacaciones. Por casualidad llegaron al templo y a última hora de la tarde de ayer seguían allí. Emocionadas al ver una placa dedicada a un cónsul de su país e imbuidas del espíritu reivindicativo por mejorar el estado del templo. Pero París, bien vale una misa. Y La Concepción de Santa Cruz también.