Parece absurdo que quienes regresen a sus países después de realizar trabajos humanitarios en África, en contacto con enfermos de ébola, puedan hacerlo libremente sin pasar una cuarentena. Miren ustedes, entre julio de 1850 y abril de 1851, Gustave Flaubert recorrió Jerusalén, Siria, Líbano, Constantinopla, Grecia e Italia. En sus cartas, Flaubert habla muchas veces de sus días de cuarentena, impuesta por las autoridades de cada sitio que visitaba. Y era la sanidad de 1850.

¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, con una sanidad avanzada, se permita a individuos que regresan de África y que han estado en contacto con enfermos de ébola regresar a sus casas sin pasar antes por un periodo de aislamiento sanitario? Yo no lo entiendo, sinceramente. No sé lo que piensa la Organización Mundial de la Salud. Pero parece una obviedad.

Lo del ébola no es para tomárselo a broma. Estamos a punto de sufrir una psicosis generalizada que puede durar hasta que los índices de curación sean muy superiores al 50% de ahora. La obtención de una vacuna es absolutamente urgente. Esta psicosis es muy superior a la que se originó cuando apareció el virus del sida, con los despistes iniciales de que era una cosa de homosexuales. Aquella noticia tan excluyente en un principio no afectó tanto a la población que no era homosexual. Luego se fueron cambiando todos los parámetros, con el resultado final de que el sida no hacía distingos.

El ébola, con sólo 9.000 afectados en el mundo, va camino de extenderse, a pesar de que los expertos no piensan en pandemia, por las características del virus. Pero sí que asusta, asusta mucho.

Sí es preciso, primero, atacarlo en su origen, en África, donde vive la población más expuesta. Y, mientras se halla la curación, tomar medidas mucho más eficaces que las actuales. ¿Qué hace un enfermero que ha trabajado junto a personas contagiadas viajando por el mundo sin sufrir medidas de prevención sanitaria? No es tolerable. Además, los Estados deberían recomendar a sus naturales no viajar a países de riesgo, a no ser absolutamente necesario y asumiendo controles a la vuelta.

Estamos ante un problema de salud gravísimo y de muy mal pronóstico. No habrá vacuna contra el ébola al menos hasta el año que viene, con suerte. Y la mortalidad de un 50% de los afectados es brutal y podría acabar con la vida de cientos de miles de personas. Y yo no veo que las medidas que se toman sean suficientes. No lo veo. Y como no lo veo, lo digo y lo repito; pero es, ya lo ven, como predicar en el desierto.