En los últimos años yo recuerdo al menos cuatro tormentas de singular importancia que han azotado Santa Cruz. La primera fue la riada, que dejó un saldo de ocho muertos. La segunda, el Delta, que arrasó la ciudad, aunque me parece que bajo sus efectos no murió nadie. La siguiente fue una sin nombre que dejó anegada la ciudad y causó muchos daños. Y la cuarta, la del domingo día 19 de octubre, que se llevó la vida de una señora. Otra tormenta sin nombre, pero igualmente terrible, que causó docenas de millones de daños, según las primeras evaluaciones. Las tormentas han sido relativamente frecuentes en los últimos años. Y vendrán más. Pero lo malo es que no aprendemos de ellas, ni tomamos medidas para que sus efectos sean los menos posibles. Todo sigue igual, porque nuestra vida ciudadana la preside la improvisación.

Santa Cruz tiene un alcantarillado sin un mantenimiento adecuado. Y unos barrancos que en ocasiones se desbordan porque existe una secular manía de tirar a ellos lo que no sirve. Y se obstruyen. Los barrancos son los cauces naturales de desagüe de las islas. Si no dejamos que el agua discurra por ellos, fabricando en su cauce o tirando a ellos colchones y somieres y neveras, adiós barrancos. Cuatro tormentas gravísimas han constituido cuatro avisos a la ciudad y a sus autoridades. Pero todo sigue igual. Excepto los esfuerzos de Endesa -que han sido reales e importantes- por que sus instalaciones no sean dañadas por esos fenómenos, cambiándolos de ubicación y asegurándolos frente a inclemencias del tiempo, aquí se ha hecho poco para que las infraestructuras resistan.

Es absolutamente necesario que Santa Cruz acometa cuanto antes un plan de seguridad frente a fenómenos naturales. El otro día me cuentan que no se habían tomado precauciones. Que no había suficientes policías locales de servicio. Que las dotaciones de bomberos -que multiplicaron sus esfuerzos- eran insuficientes. Que no se alertó a tiempo a la Unipol. Nada de esto debe ocurrir en el futuro. Yo recorrí la ciudad durante la tormenta y el panorama me pareció caótico, absolutamente caótico.

Es urgente que Urbanismo -si es que existe- o quien corresponda revise el alcantarillado, repase los desagües naturales, que el organismo del Cabildo que cuida los barrancos los inspeccione periódicamente. Y, en lo posible, concienciar a la población para que cuide el entorno, para que no propicie atascos que pueden resultar fatales por acumulación de agua de una riada. Y más cuando caen 150 litros por metro cuadrado, como el otro día, en un par de horas. Han sido cuatro avisos seguidos que tienen que darnos, al menos, que pensar. Porque ya está bien de improvisaciones.