Dicen que viene una nueva tormenta a finales de semana, así que yo recomendaría a los señores concejales de fiestas que se abstuvieran de desplegar las luces de Navidad, no sea que la oposición los mande al fiscal Anticorrupción. Ya saben que el fiscal Anticorrupción corre el peligro de convertirse en chica para todo. Este es, como saben de sobra, un país de extremos. Esto de la política se ha vuelto muy peligroso. ¿Quién se va a dedicar ahora a ella? ¿Quién con dos dedos de frente va a abandonar sus actividades profesionales y a dar un paso al frente, teniendo que sortear los cientos de normas contradictorias que hay que atender para llegar a algún sitio y bajo la aviesa mirada de la justicia?

Nadie. A la política se van a dedicar, a partir de ahora, los que no tienen ni oficio ni beneficio, ni otra cosa que hacer. Y así accederán a los cargos mindundis gloriosos que destruirán este país y lo dejarán completamente raso.

Porque se ha instalado en la sociedad española -Canarias no se libra- una especie de tiro al político, de destrucción de todos los cargos públicos, perfectamente apoyado desde la inconsciencia de los medios de comunicación.

Los medios se privan por destruir a imputados, desimputados, inocentes, culpables, procesados. A todos los meten en una coctelera para vender más a un público escaso y despistado. Porque la gente normal, la gente común, ha renunciado a la lectura o a la audición de miserias judiciales: no les interesan. Para el común, todos los políticos son culpables, por definición. Y para el sistema judicial, viejo y lento, también.

Y así no hay quien viva. Yo no estoy diciendo que no estén en la cárcel los sinvergüenzas, pero que no se actúe de manera ejemplarizante contra nadie, ni se judicialice todo, ni se dé la impresión de que todos los que se dedican a la política son unos chorizos. Esto, sencillamente, no debe ocurrir. Ya ocurrió en Italia y casi se destruye el país entero.

La calumnia está instalada en las redes sociales, en los telediarios y en las tertulias. La calumnia, la exageración y el totum revolutum. Y no hay derecho a esto. Por eso yo recomiendo a los concejales de fiestas que no desplieguen los arcos luminosos de la Navidad: pueden ser imputados por prevaricación. Y más si un bombillo está fundido.

La justicia ha llegado a tal grado de deterioro que asusta. Que da miedo a los que se dedican a la cosa pública. No sé qué va a ser de este país, pero desde luego buenos políticos no va a tener. Así que, señores ediles, cuidado, mucho cuidado en esta dulce Navidad. Hasta recibir al Papa Noel puede ser prevaricación. Sobre todo porque no existe.