El expresidente del Parlamento Europeo Josep Borrell manifestó ayer que entiende que exista "inquietud" por parte de los canarios con los sondeos que se están realizando en aguas próximas a Lanzarote y Fuerteventura, pero también el interés que puede tener la compañía petrolera Repsol en invertir en algo que ve rentable.

Estas consideraciones las realizó en el marco de la conferencia "Transición energética y cambio climático", que ofreció en el Parlamento de Canarias en plena guerra en las Islas con el crudo.

En general, los planteamientos de Borrell sobre la dicotomía petrolera tuvieron un alto componente de ambigüedad: aseveró que el riesgo de las prospecciones es "controlable", opinó que el petróleo que está en el subsuelo no se debería extraer -en pro del medioambiente-, defendió la profesionalidad de Repsol, pidió diálogo al ministro Soria ("que no es de Guadalajara") y destacó que esta controversia es el "típico ejemplo" en el que las sociedades se enfrentan a decisiones que benefician a unos y perjudican a otros.

Aunque llegó a mantener que los canarios no son "un ingeniero ni un economista" para valorar el riesgo de las prospecciones -a lo que enganchó que la opinión pública catalana no está formada para opinar sobre la independencia-, lo rebajaría resaltando la importancia del criterio colectivo.

"El presidente del Parlamento me suelta un miura", bromeó cuando Antonio Castro le pidió una valoración sobre las imbricaciones que se dan entre la bajada del precio del petróleo, los intereses que surgen y la política. "Es un problema insoluble", sintetizó el también militante socialista.

En otro sentido, aseveró que Canarias es un lugar "ideal" para el aprovechamiento de las energías renovables, dado que cuenta con sol, viento o geotermia. Estas condiciones convierten al Archipiélago, a su juicio, en un "perfecto laboratorio" para trabajar en la transición de los combustibles fósiles a los sistemas alternativos. Un "ejemplo mundial" ya en marcha: El Hierro, por su electricidad basada en el medio natural.

En términos más globales, indicó que el 85% de la energía que se consume procede de fuentes fósiles (carbón, gas y petróleo), que son las responsables del 70% de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

De ahí que llamase a una "transición energética" que consiste, explicó, en la sustitución de ese tipo de combustibles y de la energía nuclear por otras más limpias. Sin embargo, reconoció que ese proceso es "largo y difícil" y un "reto gigantesco", por lo que, en su opinión, no se hará de forma rápida.

No en vano, Borrell comentó que las denominadas "renovables modernas" (el sol y el viento) solo suponen en la actualidad el 3% del total energético, mientras que la hidroeléctrica y la biomasa suben hasta el 17%. "¿Cómo pasamos del 3% al 40 o 50%?", reflexionó quien en su día fuese empleado de la Refinería de Santa Cruz de Tenerife y que ahora trabaja para una empresa de energías renovables. Al término del encuentro, y en declaraciones a los medios de comunicación, añadiría a este respecto que esa transición al final dependerá de los gobiernos y de la ciudadanía.

Detrás de la necesidad de apostar por un nuevo sistema situó el cambio climático, que elevó a la categoría de uno de los dos "grandes problemas" de la humanidad (junto a las desigualdades).

"Puede que dentro de 20 años haya zonas del planeta inhabitables", puntualizó ya fuera de un acto al que se sumaron parlamentarios de distinto signo político, así como la candidata socialista a la Presidencia del Gobierno de Canarias, Patricia Hernández.

Según el otrora presidente del Parlamento Europeo, el peligro que entraña el cambio climático es elevado, pero la crisis ha cambiado las preocupaciones: "Nos ha hecho pensar más en el mañana que en el pasado mañana".