Quien piense que una planta hospitalaria destinada a la atención y el cuidado de las personas mayores de 75 años con procesos agudos es un lugar lúgubre, silencioso y triste es que no conoce la Unidad de Geriatría que funciona en el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria desde marzo.

En estas fechas lo primero que uno percibe cuando entra es numerosa decoración navideña (cadenetas y árbol incluido) y murmullos de conversaciones y risas que, a priori, podrían parecer impropios de una planta hospitalaria, pero es que en esta unidad no hay horario de visita, así que en las habitaciones siempre hay movimiento y familiares que no se despegan de su ser querido. Por si fuera poco, el grupo de profesionales de enfermería va de aquí para allá hablando entre ellos y con los pacientes, cruzándose con los médicos geriatras, que también entran y salen de las habitaciones.

El tú a tú aquí está a la orden del día, hasta el punto de que los ancianos, aunque muchos tienen serios problemas de memoria, llegan a aprenderse el nombre de los enfermeros y los médicos de tanto interactuar.

Y es que, a diferencia de otras especialidades, el geriatra hace una valoración integral y no solo de la parte física o clínica, teniendo en cuenta también la parte funcional y cognitiva, además de la física o médica y, por eso, se tiene en cuenta la parte social. Por eso se nota tanto la vocación que tiene todo el personal.

"Nosotras elegimos dedicarnos a esto y es un orgullo, y casi un privilegio, poder hacer lo que te gusta. Elegimos la especialidad sabiendo que era lo que queríamos porque es otra visión de la medicina integral que va más allá de lo físico y orgánico y con una población tremendamente agradecida . Quizás no les podemos dar cantidad de vida, pero sí calidad de vida y eso es precioso", detallan Claudia, Mari Ángeles, Raquel, Ana Ruth y Carolina, que son el núcleo duro de la unidad.

Para ellas el desgaste profesional viene por la carga asistencial y no por el tipo de pacientes con los que conviven todos los días.

"Aquí la visión de la vida te cambia necesariamente, pero de una manera positiva que te obliga a dar lo mejor que tienes cada día. Solo hay que ver la manera en que muchos pacientes tienen de enfrentarse a la enfermedad y a la muerte. Es una gran enseñanza, porque no hay un patrón fijo. Hay quien lo vive mal, otros lo viven con naturalidad y tranquilidad. Hay incluso quien asegura notar físicamente cómo se acaba su tiempo", añaden.

Pero de la muerte no se habla demasiado en esta unidad cuando queda tanto por hacer y, por eso, los cumpleaños, santos y fechas especiales se celebran por todo lo alto. "El humor hay que mantenerlo siempre y por eso hay tarta, globos y todos cantamos cumpleaños feliz o lo que haga falta", explica el equipo sanitario, que reconoce que los pacientes "lo agradecen mucho y lo disfrutan igual que cualquier joven".

Y no es para menos, porque antes de que abriera este recurso, este tipo de pacientes solía permanecer un tiempo en urgencias hasta que se les buscaba cama o se les derivaba a otros recursos, mientras que ahora tienen su propia planta y su propio personal especializado.

"Somos conscientes de que la gente está contenta con el servicio porque todo el mundo nos dice que hacía mucha falta un recurso así para los mayores. ¿Qué mas podemos pedir?", narran las doctoras y las enfermeras antes de volver a sus obligaciones.

"A mi padre lo han resucitado cinco veces"

Nieves no se separa de su padre, Juan. "En lo que va de año ya ha ingresado cinco veces porque tiene muchas enfermedades y cuando coge un catarro o una infección se le complica mucho todo, pero desde que entra en esta unidad es como si llegara a casa porque no siente que sea un lugar extraño", detalla esta señora que no puede reprimir las lágrimas al narrar que su padre conoce a todo el equipo aunque tiene problemas de memoria.

"Él estuvo mucho tiempo ingresado porque le pusieron un marcapasos y yo me tuve que quedar día y noche con él porque se desorientaba y quería irse. Más de una vez lo tuve que parar bajándose de la cama. No quería estar en el hospital y eso en la unidad no me ha pasado nunca", explica. Y es que incluso cuando don Juan llega a Urgencias mira bien a su alrededor y le dice a su hija: "Aquí no es donde quiero estar". Y desde que llega a la unidad vuelve a observar todo y afirma: "Aquí sí es". Su hija cree que si reacciona así es porque en la unidad se siento cómodo, tranquilo e incluso feliz.

"Lo que marca la diferencia es el personal, eso lo puedo asegurar y a mi padre lo tratan maravillosamente y él lo agradece. Además, mi madre y yo nos sentimos muy apoyadas por el personal y estamos muy tranquilas cuando él está aquí", explica sentada en una butaca a los pies de la cama de su padre al tiempo que asegura: "Las cinco veces que hemos venido, las cinco, lo han resucitado, porque entró muy mal y temiéndonos lo peor y salió".