El ranquin 2015 de la Fundación CyD (Conocimiento y Desarrollo) no permite satisfacer las ansias de quienes acuden a estos estudios para saber cuál es la mejor o la peor universidad del país, pero sí arroja luz sobre las fortalezas y debilidades de todas ellas. La ausencia de una clasificación de instituciones no excluye, sin embargo, la posibilidad de visualizar tres grandes grupos en función del número de indicadores en que obtienen un alto rendimiento.

La Universidad de La Laguna (ULL) se encuentra en el segundo de ellos, puesto que alcanza la excelencia en siete de los 31 parámetros medidos por la fundación presidida por Ana Patricia Botín, encuadrados a su vez en cinco áreas: Enseñanza y Aprendizaje, Investigación, Transferencia de Conocimiento, Orientación Internacional y Desarrollo Regional.

Todos los centros analizados -60, públicos y privados, presenciales y a distancia- presentan puntos fuertes y débiles. La ULL registra un rendimiento intermedio en otros siete indicadores y bajo en doce, mientras que los autores del ranquin no han podido acceder a información suficiente -o información a secas- sobre cinco más.

El primero de los grupos lo conforman 22 universidades -encabezadas por dos catalanas, la Autónoma de Barcelona y la Pompeu Fabra- que demuestran un rendimiento elevado en un arco que va de 11 a 15 indicadores. En el segundo hay 17 con un nivel excelente en una horquilla de seis a diez. Las 24 restantes -entre ellas, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria- logran rendimiento alto en cinco indicadores o menos, explicaron en Madrid los autores del trabajo, según informa Efe.

¿Y cuáles son las fortalezas y debilidades de la ULL? En lo relativo a la enseñanza puede presumir de importantes tasas de graduación en másteres pero mucho peores en grados, aunque en ninguna de las dos enseñanzas consigue atraer alumnos de otras comunidades autónomas.

En investigación predominan los resultados intermedios. Ocurre así con la captación de fondos externos, impacto de su actividad científica y publicaciones. La escasa productividad -fruto de la desigualdad investigadora entre áreas- lastra a la Universidad tinerfeña en este campo, como se deduce del volumen de profesorado que no cuenta con tramos de investigación.

La transferencia de los resultados de investigación es otra de las asignaturas pendientes de la institución. Aquí reúne varios puntos rojos -el color con el que el ranquin distingue los peores datos-, aunque también es el apartado en el que mayores carencias de información se producen. Entre las que sí aparecen se detectan pobres registros en número de patentes en relación al personal docente e investigador, bajos ingresos de formación continua y escasez de publicaciones citadas en patentes.

Por contra, en su contribución al desarrollo regional, la ULL apunta alto en prácticas en empresas y en su participación en publicaciones regionales.

Finalmente, la orientación internacional de la institución tinerfeña se caracteriza por los claroscuros: mal en aspectos como la movilidad de estudiantes y las titulaciones impartidas en lenguas extranjeras y mucho mejor en otros como estancias de docentes e investigadores de universidades de otros países y presencia en publicaciones internacionales.