Clavijo abrió su discurso con una emotiva apelación a un voto nulo de un joven emigrante que escribió en la papeleta que no tenía esperanzas de regresar a Canarias. No explicó cómo sabía que ese sufragio supuestamente desaprovechado pertenecía a un integrante de lo que llamó diáspora juvenil, pero logró el efecto buscado. Si el aludido escuchó su intervención, le creyó y se cumple buena parte de los deseos del presidente, quizás sí vuelva.

Al joven líder de CC, de mochila inseparable incluso en el Parlamento, no le pudo el momento y mantuvo su temple. Eso sí, miraba continuamente su texto, aunque se notaba que se sabía las frases fuerza, las citas e ideas remarcadas porque forman parte ya de su cosmovisión, de sus mensajes repetidos como edil, alcalde y ahora presidente.

Si bien fue criticado por la oposición, su alegato transmitió fondo, tuvo autocrítica y estuvo repleto de llamadas al consenso (Estado incluido). Puso el foco en los grupos más débiles, aunque quizás con excesivo "buenismo" y mucho verbo sin complementos concretos.

A pesar de la buena cimentación del discurso, su habitual tono sostenido, su voz calmada y pausada ayudan en exceso a la somnolencia, por muy sustancial que sea el mensaje y por bien trenzado que esté, que lo estaba en muchos tramos. Sin embargo, sus escasas ondulaciones, su falta de cambios bruscos de entonación, de guiños dialécticos e interpretativos que invoquen al oyente (por lo menos en el Hemiciclo, aunque no es muy fácil que mejore en TV) hacen difícil mantener la atención. Aun así, la mayoría de presentes parecían atender, escuchar y entender, aunque algunos no podían evitar mirar y teclear sus móviles.

¿Qué sería de la vida actual sin móviles? Alonso y Patricia le dieron de vez en cuando al aparato. Tavío lo hacía con asiduidad en la mesa. Bermúdez también sucumbió a la tentación y hasta Wladimiro lo hacía entre los invitados.

Tras avituallarse con agua que controlaba bien debajo del atril, Clavijo dejó claro que, aunque rehuirá de los grandes titulares, sí cuidará los detalles; al menos, sus asesores lo reflejaron en el texto con citas a todos los expresidentes. Por no olvidar, ni se olvidó de La Graciosa al mencionar a las Islas.

En lógico orden cronológico, el primer citado fue Saavedra, quien, cuan emperador romano que le da el sí a su sucesor 7 presidentes después, elevó el pulgar de su mano izquierda (no podía ser otra) mientras seguía agarrada a la barra del palco, quizás en un movimiento reflejo, pero muy oportuno. Fernández también le miró con intenso interés cuando le nombró al hablar de educación y empleo. Y lo mismo Hermoso y Rivero, que no paró de observar fijamente a su "contrincante" en CC. La apelación a Román fue aún más celebrada, al desatar más de una sonrisa cómplice, o no tanto.

La sesión dejó también a un José Miguel Pérez más disperso en sus miradas, a un Alonso sin corbata, lo que le fue reprochado al final, medio en broma medio en serio, por Rivero, y a un presidente del Cabildo lanzaroteño llegando tarde, pero muy bien vestido (algo que le suelen criticar) y mejor acompañado. También se pudo ver a una orgullosa Oramas, como si su hijo político se licenciara en Harvard. Navarro avanzaba las páginas del discurso seguramente en busca de "algo concreto" y Paco Déniz (Podemos) hasta se lo puso en su pierna derecha para leerlo en postura de concentración: quizás corrige así exámenes.

En definitiva, un discurso bienintencionado y de esperanza en sanidad, área social, empleo, energía alternativa, turismo, educación, anticorrupción, igualdad... Un alegato ambicioso y humilde que, si se cumple, puede que haga que el supuesto joven de la diáspora regrese ante esas islas casi idílicas. De ser así, seguro que en 2019 no escribirá nada en su voto, o sí, pues el de 2015 inspiró a todo un presidente. Quizás le dé las gracias o le despierte más retos.