Un investigador es un científico, pero también un gestor, un administrativo y, a su pesar, un burócrata, una palabra que a nadie debe de sonar tan mal como a los propios artífices de la I+D en Canarias, que debido a la escasez de personal de apoyo tienen que encargarse a menudo de estas engorrosas tareas. El 90% del personal dedicado a la producción de ciencia en las universidades públicas de las Islas son investigadores, la proporción más elevada del país tras Aragón, lo que obstaculiza aún más unas políticas ya bastante lastradas por los recortes financieros.

El dato, correspondiente a 2013, está recogido en el último informe anual de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CyD), presentado hace unos días, y revela que 1.568 de los 1.736 componentes de las plantillas de I+D de las instituciones académicas canarias en ese año eran investigadores, lo que deja apenas 168 técnicos para auxiliarles en su trabajo.

Es inevitable que un investigador deba ocuparse personalmente de parte de estos cometidos en principio ajenos a su misión. El problema surge cuando la carga se hace demasiado pesada y se prolonga durante mucho tiempo. Entonces se corre el riesgo de "desincentivar" la generación de proyectos. Francisco Almeida, vicerrector de Investigación de la Universidad de La Laguna (ULL), aclara que el centro tinerfeño no se encuentra aún en esa situación, que él encuadra en los efectos "a medio plazo" del escaso apoyo a la investigación. No obstante, admite que la producción científica de la ULL "puede estarse viendo algo afectada", aunque la actitud "proactiva" del profesorado está paliando algo esas consecuencias negativas.

Ese medio plazo al que se refiere Almeida puede acarrear que quienes ya han participado en una convocatoria se inhiban de volver a hacerlo después de la experiencia, al tiempo que contagien el desánimo a los jóvenes que quieren incorporarse. "En investigación no se puede bajar el ritmo. O estás o no estás", comenta el vicerrector para explicar la forma en que este fenómeno puede derivar en la disminución del número de proyectos.

Las tareas de gestión de la actividad investigadora abarcan varios aspectos: desde la concurrencia a las convocatorias hasta la justificación económica y científica del proyecto, pasando por la gestión de la financiación. Las complicaciones pueden resultar más llevaderas cuando se trata de proyectos nacionales, de los que el profesorado canario tiene más conocimiento, pero se incrementan en el caso de los complejos proyectos europeos, que comportan "una carga muy superior" y en los que la experiencia es inferior.

"Si la financiación lo permite puede incluirse a técnicos en los proyectos o formar al personal para alcanzar el nivel que ya tenemos en los proyectos nacionales", apunta Almeida como posibles soluciones a estos obstáculos que, sin embargo, no han impedido que la ULL acceda a dos iniciativas "punteras y con un potencial tractor sin precedentes" que suman cuatro millones de euros de financiación de la UE.

El insuficiente apoyo técnico es, con todo, un problema menor si se lo compara con el brusco recorte financiero que ha sufrido la I+D en España y Canarias y que se refleja en la "constante curva descendente" que experimentan desde 2012 todos los registros relacionados con la investigación.