Si lo de La Frontera pone en peligro el pacto entre CC-PSOE, desde luego ayer no se trasladó al pleno parlamentario. Al menos, las puertas del hemiciclo, de la cámara en sí, de lo que queda dentro más allá de los pasillos, con los distintos grupos y la mesa presidencial incluida, sirvieron de eso, de frontera de unas grietas que, por momentos, parecen tambalear todo. Eso sí, y si se atiende a algunas voces autorizadas, deben relativizarse y contextualizarse en el largo listado de incumplimientos que, hasta ahora, lleva en la mochila el acuerdo en cascada. En la ya célebre mochila de Clavijo y de Patricia Hernández, la tenga o no físicamente.

Como si ambos partidos y la propia oposición viviesen realidades paralelas respecto a la supuesta crisis del pacto, en las numerosas preguntas, comparecencias, intervenciones y réplicas de ayer no hubo ni una mínima alusión, ni un pellizco de soslayo, ni una maldad dialéctica deslizada sobre el cataclismo o el "paripé", según se les haga caso a unos u otros. Ni siquiera en boca de Román, tan dado a la ironía espontánea, casi al sarcasmo irrefrenable e hiriente, pero con evidente contexto político y proyección a medio plazo.

Como si el nombre del municipio en disputa (La Frontera) fuese más coherente que nunca, y más allá de las inevitables diferencias políticas, el pleno resultó realmente suave en las formas. El pacto, a priori, sirvió de "frontera", coto o tope infranqueable, aunque seguro que en los innumerables mensajes recibidos y enviados desde los móviles de los diputados y consejeros hubo más de una alusión a la crisis. Es más, resulta más que probable que, en claro contraste, el término frontera sirviese para unos y otros como eso, como punto de no más, de hasta aquí, de línea roja pasada... O no.

Como paradoja, la mayoría de los 4.000 habitantes del ya célebre municipio herreño se ubican en el no menos inspirador nombre de El Golfo: seguro que más de uno ya utilizará el juego nominal para la rica hemeroteca de traiciones y rupturas de pactos en estas islas pegadas a África, política y sentimentalmente (en buena parte) españolas y europeas, muy vinculadas a América y, a veces y por estas y otras cosas, simplemente perdidas en el Atlántico.

Por lo demás, la primera sesión de la nueva legislatura dejó a un Clavijo suelto, tranquilo (en su línea, aunque en parte del PSOE ya ha sorprendido su supuesta "inmadurez") y con un reloj mental y dialéctico que repitieron otros consejeros: "Llevamos 62 días, llevamos 62 días; 62; 62 días...".

Esa letanía argumental sirvió en buena parte para tratar de liquidar o contextualizar buena parte de las preguntas y críticas de la oposición, que tampoco es que estuviera precisamente dura, ácida o implacable. Con la excepción de Podemos sobre la gestión previa ambiental y el riesgo de sanciones millonarias desde la UE (más de 3.000 millones), que Clavijo negó, y las contradicciones de la apuesta por la transparencia y la negativa del Diputado del Común por detallar sus viajes, tal y como censuró acertadamente el PP, el resto del pleno fue casi plácido si se atiende a qué pasa en muchos municipios y cabildos desde décadas en estos peñascos.

Hubo poco público y tampoco excesiva expectación mediática pese a lo que, en teoría, se cuece en el pacto. Más bien se quema. En ausencia de Patricia Hernández, aún de baja por su feliz maternidad, Clavijo aprovechó su sillón para colocar su ya famosa mochila y se ausentó durante un rato, aunque se mantuvo impertérrito el resto. La presidenta de la mesa, Carolina Darias, apenas tuvo altercados en su dirección de intervenciones y entre los asistentes destacó la satisfacción de Mercedes Schwardz por la respuesta del consejero de Presidencia, Aarón Afonso, a una pregunta de "su" PSOE sobre la memoria histórica. Quizás, en el futuro haya que aplicar la memoria al pleno de ayer y a la crisis de una "frontera" que no se notó. De momento.