El objetivo era llenar las aulas de Formación Profesional y se está consiguiendo. El curso pasado, último del que hay cifras oficiales, Canarias batió todos sus récords: 41.473 personas se matricularon en algún ciclo de FP, 10.000 más que solo tres años antes. Se trató del mejor dato de toda la serie histórica, que se remonta a principios de los años 90, tal y como recogen los datos del Instituto Canario de Estadística (Istac).

El logro no fue fruto de la casualidad, aunque también influyó. Fue una combinación de estrategia y azar. Desde hace años, tanto la administración canaria como la estatal han planteado la necesidad de incrementar considerablemente el estudiantado de Formación Profesional para cualificar a chicos que trabajaban sin titular y para dar respuesta a las exigencias de sectores económicos emergentes.

Para hacer realidad ese reto, la Consejería de Educación amplió el número de plazas, apostó por combinar la formación y las prácticas laborales a través de centros integrados y, sobre todo, intentó hacer pedagogía y prestigiar la formación. Durante la legislatura pasada se habilitaron cinco centros integrados y se construyeron otros cinco nuevos. La apuesta era decidida.

Sin embargo, hay otro factor que también ha tenido mucho que ver en este resurgir de la FP: la crisis. Muchos alumnos se matricularon en ciclos de grado medio o superior porque fueron incapaces de afrontar el coste de una matrícula universitaria. No hay datos oficiales al respecto, pero la mayoría de docentes universitarios coincide en que se ha producido este desvío. Muchos, no obstante, intentan luego encontrar el camino que conecta estos estudios con los universitarios. Este interés por la FP no es nuevo. Aunque se ha manifestado de manera desigual en el tiempo, se ha repetido en España, a nivel estatal y autonómico. La necesidad de dignificar la FP es una constante que se repite en la legislación desde hace cincuenta años. Las distancias entre los distintos modelos de enseñanza profesional se establecen básicamente por el acercamiento o alejamiento de las escuelas de FP de las empresas, dando origen a dos modelos opuestos.

En términos generales, no obstante, el desarrollo de la FP en España ha tenido mucho que ver con la especialización económica de cada región. La prueba es que la primera ley de FP Industrial se aprobó en 1955 y su consolidación y extensión quedó limitada a las regiones más industrializadas, sobre todo el País Vasco, mientras que en otras apenas tuvo repercusión, caso de Canarias, explicó el profesor Leopoldo Cabrera en un artículo académico hace unos años.

Teniendo presente este hecho, no es de extrañar que el presidente del Gobierno canario, Fernando Clavijo, haya viajado esta semana, en compañía de su consejera de Educación, Soledad Monzón, y su director general de FP, Manuel Jorge, a Euskadi. El modelo vasco se ha convertido en un ejemplo : han sabido vincular formación y empleo para mejorar el tejido productivo y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. El objetivo era copiar lo mejor del sistema vasco para poder implantarlo en las Islas. La necesidad de adecuar la oferta y la demanda también ha sido reivindicada por el Consejo Escolar de Canarias, que ha pedido en varias ocasiones que se reactive el Consejo Canario de FP, el órgano encargado de definir la estrategia de crecimiento de estas enseñanzas para los próximos años. Solo así, con empresarios, profesores y políticos en la misma mesa, se podrá diseñar un plan que cuente con el concurso de todos.