Muchos creen que Ana Oramas se ha dedicado solo a la política, pero no. Pese a ser una de las, o mejor, la política más conocida de Canarias (un grado de conocimiento del 90% en Tenerife y la segunda en Las Palmas tras Soria), según varias encuestas, hay demasiadas cosas que sorprenderían si se ahonda en su trayectoria y su concepción de sí misma. He aquí una breve inmersión en la otra "Ani", la alejada de su fama de implacable y más cercana a la visión que tiene su entorno de la, de nuevo, candidata de CC al Congreso.

Seguro que usted lleva años viéndola en las Cortes, la vio antes de alcaldesa lagunera y, si conoció la EGB o sistemas educativos previos, hasta la recuerda como edil de Fiestas de Santa Cruz de 1983 a 1987 (si bien siguió trabajando). Resulta más que probable, incluso, que le sea fácil reconocer en pocos segundos su voz o rostro, tantas veces colgado en cartelería electoral isleña, especialmente en Tenerife, algo que volverá a ocurrir en días. Y, sin embargo, hay una Oramas muy desconocida.

Sí, muchos no lo creerán, pero esta mujer pequeña de estatura y enorme en fuerza vital (incluso en días personales duros, como el de esta conversación, el pasado miércoles), esta mujer de 56 que ya no es tan exigente con sus entornos como antes por experiencias tan marcadoras que es de lo que más se arrepiente, estuvo 8 años en el ámbito privado hasta que la rescató Adán Martín para la cosa pública en 1995. Desde entonces, su carrera política siempre ha deambulado por la primera línea en su Isla o Madrid con su "mucho carácter y personalidad" como sellos de la casa, aunque una mirada más pausada, una conversación simplemente diferente a las habituales entrevistas, deja una infinidad de datos más que llamativos.

He aquí un perfil más humano. He aquí un salto más coherente del Ana protocolario al "Ani" habitual, el diminutivo con el que casi todos la nombran desde siempre, sobre todo los cercanos.

Su admitido "mal genio", que es quizás su descripción más repetida en el plano psicológico, lo vincula al hecho de haber sido la mayor de 10 hermanos. "Eso te hace ser mandón, y más si con 6 años tienes ya 6 hermanos y debes ayudar a tu madre". Cuando eso ocurrió, corría el año 1965, pues nació el 17 de julio del 59, pero lo describe como si ya fuera política: "Te hace trabajar en equipo y no ser individualista, pues aquello era como una jungla y te habitúas a luchar": ¿por qué sonará tanto eso a uno de los mantra de Clavijo?

Esa infancia repleta de hermanos, sin embargo, forjó una saga de Oramas Gonzalez-Moro bien curiosa, "ya que somos muy distintos: ninguno se parece a mí; sí salimos trabajadores y buenos estudiantes, si bien mi padre nunca supo en qué curso estábamos. De hecho, y porque mi madre estaba desbordada con todos y mi padre trabajaba muchísimo, firmábamos nuestras propias notas. Siempre nos resolvimos la vida, fuimos muy independientes y muchos trabajamos mientras estudiábamos la carrera", en su caso Económicas por la ULL (que terminó con 21 años pese a trabajar todo el tiempo). Eso sí, siempre fueron muy familiares y jamás han dejado de reunirse los domingos en casa de su madre (hábito heredado del abuelo): en total, unas 30 personas, con hermanas funcionarias, hermanos del sector agrario o la empresa privada.

Desde luego, lo que "no salieron celosos o envidiosos", pero sí de sensibilidades políticas diversas, "como que tengo un cuñado que fue candidato de IU, y me llevo magníficamente con él, le tengo mucho respeto y admiración". ¿Los hay del otro extremo? "No, de extrema derecha no, pero, de todos modos, en mi familia no se habla de política. La única que está metida soy yo, se me respeta y se me quiere". Hasta tal grado llegan esas fronteras poco difusas, que "jamás" le han pedido, sugerido o censurado algo de su gestión.

Según señala, se acierta si se le califica de "luchadora, trabajadora y pasional". Por el contrario, no disimula su malestar con la "campaña de hace un año (del sector de Rivero, con este al frente pero sin nombrarla) para decir que yo era el insularismo y la derecha profunda. Pues no, seguramente he sido la alcaldesa de mayores políticas sociales de Canarias porque mi prioridad fueron los barrios: fuimos los primeros en implantar la atención domiciliaria, los únicos en crear entonces todos los servicios de atención a la mujer, quizás de los más avanzados del país en lucha contra la violencia; recibimos un premio nacional contra las drogas de la Fundación Reina Sofía... Nuestros Servicios Sociales eran los más avanzados de Canarias: con eso es con lo que me siento más identificada". Como que le dolió lo de "derechona", vaya.

Pero, claro, unas afirmaciones tan rotundas pueden ser concebidas por algunos como mezcla de carácter y ego: "Entiendo que el que no me conoce tenga la sensación de prepotencia, pero porque soy una persona que, cuando cree que hay que hacer una cosa, tiro pa'' lante siempre". ¿Se arrepiente de ser temeraria o lanzada? "No soy lanzada, sino segura: escucho mucho y tomo una decisión en cada coyuntura". ¿Nunca se arrepiente, yerra...? "He pedido disculpas porque me he equivocado muchas veces, sobre todo al subir el tono en discusiones con ciertas personas. Quizás soy demasiado exigente por mi carácter, pidiendo la excelencia, pero nadie es perfecto". ¿Con quién ha actuado así? "Con ediles compañeros, diputados o personas del partido, aunque en los últimos años me volví mucho más tolerante". ¿Por almohada, porque se lo pidieron...? "Porque la vida, al final, te demuestra que no merece la pena perder un amigo o compañero de proyecto por no moderar el tono y admitir que nos podemos equivocar".

Presenta su infancia en San Diego (La Laguna) como "muy feliz por vivir junto a una huerta, con gallinas, patos, perros, tortugas...". Nada "urbanita", por tanto. "Vivíamos junto a tíos y primos y los fines de semana nos juntábamos unos 30 chicos y chicas en casa de mi abuelo. Fue una infancia maravillosa: descalzos, en la tierra, con los bichitos, frutales... De todos modos, algo me marcó: una enfermedad a los 5 años, la púrpura, similar a la leucemia, y así me la diagnosticaron, que me hizo estar un año en cama en casa, entre otras cosas porque las medicinas no eran igual que ahora. Por eso entré en el colegio con 6. Esto también te marca el carácter, con toda mi familia pendiente. Al tener que sacarme sangre cada 2 días, le tengo una tirria horrorosa a la jeringuilla y, por ejemplo, no puedo donar sangre al haber tenido púrpura, aunque toda mi familia sí es donante y yo, de riñón".

Un antecedente así no es baladí, pero le dejó algo esencial: su madre le enseñó a leer y "comencé a devorar libros, primero cuentos y, desde los 8, otras lecturas. Me hice una lectora empedernida". ¿Libros predilectos? "En la infancia, los cuentos de Andersen, sobre todo El Cerillero; de adolescente, pasé por el Club de los Cinco, el de Los Siete, los Hollilster... Leí mucho, era muy buena en crítica literaria y la profesora del Cabrera Pinto, con 15 años, hizo que ya diera clases sobre comentarios de texto: tuve 5 o 6 alumnos". ¿Cuánto cobraba? "No me acuerdo, pero me permitía salir con mis amigos y pagarme el perrito caliente".

De joven, no fue celosa y tampoco lo notó en torno a su persona. "Al revés. Fui delegada de curso en el instituto y la universidad, a la que entré con 17". ¿Fue ligona, le atacaban muchos...? (Con dudas) "Sí, pero hay que pensar que, con 17, en 1976, justo cuando murió Franco, estábamos muy politizados". ¿Era de izquierdas? "No, pero sí luchábamos por la democracia, estábamos ilusionados y me impliqué mucho, aunque desde las primeras elecciones voté a UCD y participé con los liberales de Garrigues Walker, aunque tenía un novio que era del Partido Socialista Popular (de Tierno Galván, que luego se fusionó con el PSOE) y, por eso, mis amigos eran de esos dos partidos".

Según recalca, en esa etapa "las chicas no eran ni coquetas ni tímidas: teníamos dos pantalones, 4 camisas y dos jerseys. No nos lanzábamos en ese plano amoroso, nuestras prioridades eran otras: éramos muy parranderos (ahora le encanta Maná, si bien se queda como país Venezuela y Guatemala) y nuestro ocio consistía en actos políticos o ir al Maquila en La Laguna, la Cruz del Carmen u otros sitios con unas guitarras, comprando unas cuartas de vino antes en la artillería La Vieja, que las pagábamos entre todos pero, a lo mejor, te bebías en la noche un vaso y medio porque no teníamos dinero para más". ¿Pero no se sentía de clase pobre, digamos? "No, pero, entonces, no había las necesidades de hoy, esos impulsos consumistas: las chicas no nos pintábamos. Nos gustaba un disco; no gastábamos al salir y, quizás, comprábamos un perrito cada dos semanas".

Pese a "tener demasiado genio", se define como "buena persona, creyente y sin miedo a la muerte, aunque intransigente con la gente no honrada, con los indolentes. Quizás un defecto es apasionarme tanto y ser tan responsable con lo que hago que he dejado de lado cosas importantes, como la familia y amigos. Ese es mi mayor error: como alcaldesa, por ejemplo, me perdí muchas cosas de la infancia de mi hija por priorizar otras y pude haberlo evitado, como no estar el día de Reyes con mi hija a las 8 de la mañana, sino en el Orfeón".

De joven, era estudiante de codos, sobre todo porque, con 18 años, sus padres entraron en una "mala racha económica". Por ello, hizo unas oposiciones por las que es funcionaria del Estado y trabajó en el ministerio de Agricultura mientras estudiaba en la ULL. "Era duro por no tener coche. Tenía que levantarme a las 5:30 para prepararme, bajar en guagua a Santa Cruz y subir a clase de las 4 a la Facultad, comiendo un bocadillo. Por tanto, el tiempo para estudiar era desde 9:30 de la noche a 12 o 1: nunca lo dejé para el último día porque trabajaba".

De sus mayores aciertos, recalca "saberme ir, elegir bien el momento y, por eso, Rajoy se equivoca con lo de que solo vale la experiencia: si fuera así, Fernando no habría sido alcalde ni presidente; no habría alternancia ni democracia. Diez o doce años está bien para dejar paso a gente que lo puede hacer mejor y, sobre todo, distinto. Hay otras cosas que hacer en la vida".

Por eso, tiene claro que, en 2019, dejará de ser diputada, siempre que logre el escaño, claro. Por supuesto, y como remarca, no tiene ni idea de dónde acabará, "pues nunca planifiqué mi vida. De hecho, cuando dejé la política, fui funcionaria, economista, administradora judicial de empresa, llevando el Octopus y echando a John Palmer con la Guardia Civil. Es más, por eso tuve protección armada 4 meses, al amenazarme junto a su socio mafioso".

De algo así a alcaldesa con la única mayoría absoluta en La Laguna, diputada y sempiterna candidata a presidenta regional, opción por la que, lejos de sentir frustración, dice que se abortó para bien por cuestión generacional e histórica con su apuesta por Clavijo. Un Fernando que, por supuesto, siempre ha tenido a Ana ("Ani") de referente. Un faro que, en el caso de esta mujer de "carácter", tiene dos nombres: uno cercano y que le hace, de nuevo, que se le rayen los ojos en un día, de por sí, difícil, dado su vínculo absoluto con Adán y su pena por "todos los proyectos que tenía, sus ganas de vivir y verlos realizar: la persona más buena, íntegra, brillante, honesta y trabajadora que he conocido; la vida fue injusta con él". Le consuela saber que, al menos, "no fue consciente de su muerte". En ámbitos más globales, también admira a Obama casi como punto de inflexión en la historia moderna. No es que haya parangón, lo pretenda o merezca, pero, en política, Oramas se sitúa entre Adán y Obama.

Amiga del rey Juan Carlos y de su padre

Como diputada, Oramas suele ir a Madrid los lunes por la noche y regresa los jueves también de noche al ser portavoz, lo que le hace asistir a infinidad de reu-niones, comisiones, plenos y juntas, muchas de ellas que no salen en los telediarios. "Es muy arduo, pero me gusta, aunque entiendo que haya gente, por ejemplo de Podemos, que esto les supere". Desde la Isla se lleva comida congelada (su hija vive en Madrid y suelen comer juntas, si bien almuerza en el Congreso). Al regresar, hace vida más normal, acudiendo al mercado y parándose con cualquiera que le pida hablar o fotografiarse, "algo que no llevan bien otros".

Presume de tener muchos y excelentes amigos que, encima, presentan trayectorias más que considerables. De hecho, su grupo más intimo lo integraban periodistas y políticos posteriores como Manuel Iglesias (exsubdirector del Diario de Avisos), Fernando Morales, Jorge Bethencourt, Zerolo, José Carlos Marrero, Marisa Zamora... Además, y como "lujo", a Pedro Lezcano, Padorno, Arturo Maccanti y Carlos Pinto. "Me acuerdo que a Iglesias, mi mejor amigo, lo recogía en el periódico y una vez entrevistó en Los Rodeos al famosos Isidoro (Felipe González)". De su relación con Zerolo, subraya que lo conoce desde los 4 años "porque veraneábamos en El Médano". Además, puede presumir de no haber perdido amigos por su actividad política. "Siempre nos tuvimos un gran respeto ideológico y profesional. Hay compañeros de partido a los que no invitaría a mi casa y, sin embargo, vienen de otros. Lejos de quitarme, la política me ha dado amigos de distintas ideas, pero los he hecho en todos los sitios". Eso sí, y aunque dice no sentirse defraudada por nadie, no entiende las "obsesiones y actitudes hacia mí de algunos que se cuentan con los dedos, pero son tóxicos, odian y tienen rencor: me da tristeza".

Sin dejar las amistades, su tío Leoncio Oramas le propició una amistad de la que pocos pueden presumir: el rey Juan Carlos, del que dice que ha hecho muchas cosas por Canarias en la sombra, sobre todo con los cayucos. "Cuando Don Juan de Borbón venía a Canarias ("vigilado") y se reunía, en plena dictadura, con gente republicana, socialista o comunista, lo hacía en casa de mi abuelo, y él se quedaba ahí. Con 6 años, en clase decía que el rey estuvo en casa de mi abuelo y la profesora me llamaba mentirosa". De ahí le viene su condición monárquica, pero porque conoció mucho al rey Juan Carlos y, sin rubor, podría llamarle amigo.