El 2 de diciembre de 2010, V.A., padre y abuelo, se quejaba de dificultades respiratorias y ardor en el estómago. Tras varias visitas al centro médico y del personal de urgencias, no obtuvo respuesta para mejorar su condición, falleciendo durante la madrugada del día después. Su hija, O.A., asegura que no habría ocurrido si se hubiera expedido un diagnóstico más completo. Además, considera que el trato que recibió del personal sanitario fue "ineficiente".

La mujer, en 2011, pidió una indemnización de 54.423,25 euros. En principio, el Servicio Canario de Salud (SCS) no le quiere conceder este dinero por estimar que "no concurren en el presente caso los requisitos exigibles que conforman la responsabilidad de la Administración, considerando que se ha respetado la buena práctica médica en el curso de la atención y tratamiento otorgados al paciente". Sin embargo, una resolución perceptiva del Consejo Consultivo informa al organismo de que sí debe recibir indemnización.

Esta tétrica historia comienza a las cinco menos cuarto del 2 de diciembre de 2010. V.A. se empieza a sentir mal, presentando dificultades respiratorias y ardor "desde el estómago hasta la garganta". Esta condición lo lleva a acudir al centro de salud El Puerto, ubicado en Las Palmas de Gran Canaria. "El médico que lo atendió, sin realizar exploración alguna ni pruebas complementarias, estableció el diagnóstico de pirosis-RGE y prescribe omeoprazol", explica O.A. en su reclamación presentada al SCS.

Cuando el hombre llegó a su domicilio y, tras haberse tomado la medicación indicada, empeora su estado. Empieza a sudar y su ardor estomacal aumenta. Su hija inmediatamente contacta con el Servicio de Urgencias Canario (SUC) indicándole estas apreciaciones. Desde el organismo, entonces, deciden enviar una ambulancia hacia su domicilio, que lo transporta de nuevo a urgencias del centro de salud.

Una vez allí, "el facultativo solo exploró el abdomen, descartando signos de peritonitis", aseguró O.A. Una declaración que se confirma con el parte médico que, efectivamente, recoge que el motivo de la consulta fue acidez y que en la exploración presentaba "abdomen suave, depresible, ligeramente doloroso en epigastrio, no signos peritoneales". El diagnóstico final fue "síndrome doloroso abdominal" con una nota en la que se podía leer "¿gastritis?".

De nuevo le recetan omeoprazol, dieta y acudir a una consulta con su médico de cabecera al día siguiente. V.A. volvió a su casa e intentó conciliar el sueño. Sin embargo, a eso de las dos de la mañana, el hombre afirma que "no puede seguir esperando". "Llamé a la ambulancia urgentemente", explica la hija. El SUC, por su parte, asigna una ambulancia de urgencias y otra sanitarizada.

La ambulancia de urgencias llegó en cuatro minutos al domicilio. El técnico de la misma le indica a O.A que traslade a su padre al salón del domicilio. En ese momento el hombre "cae al suelo muy enrojecido". Había entrado en parada cardiorrespiratoria. Se asigna rápidamente otra ambulancia medicalizada (UMI), sin anular la sanitarizada. Primero llega la sanitarizada, que no puede hacer más que ponerle oxígeno al hombre. Minutos más tarde acude la ambulancia medicalizada con un sanitario que intenta reanimarlo durante 30 minutos, sin éxito. V.A. ya había fallecido.

A día de hoy su hija sigue luchando por conseguir reparar los daños causados de alguna manera.