Una de cada diez plazas extrahoteleras de las Islas salió del mercado para convertirse en residencial entre los años 2000 y 2015. La cifra, procedente del sistema de información turística del Gobierno regional (Turidata), se incluye en el libro "La residencialización de las áreas turísticas de Canarias", que aborda uno de los fenómenos más problemáticos que afrontan los destinos maduros, como es el caso del Archipiélago.

La transformación de plazas alojativas en viviendas es uno de los procesos que han conducido a que espacios consagrados al uso turístico hayan terminado adoptando un carácter mayoritaria o parcialmente residencial, según expone en la introducción del volumen Moisés Simancas, profesor de Geografía Humana de la Universidad de La Laguna y coordinador de la obra junto al decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias, Joaquín Mañoso.

Las camas turísticas residencializadas ascienden a 25.980 -un 11% del total- y se trata, en su inmensa mayoría, de apartamentos que han perdido competitividad al verse inmersos en situaciones de deterioro u obsolescencia. Esta cifra, unida a la apertura de nuevos hoteles, explica que las plazas extrahoteleras hayan dejado de superar a la hoteleras: en el año 2000 suponían el 64% del total y en 2015 se quedaban ligeramente por debajo del 50%.

La isla en la que se ha perdido más oferta extrahotelera en dicho periodo es Lanzarote (un 19%), seguida de Tenerife (casi un 15%) y Gran Canaria (cerca del 14%), mientras que Fuerteventura es el único territorio insular turísticamente consolidado en que han crecido las plazas de apartamentos (un 8,5%).

Las causas por las que los establecimientos extrahoteleros acaban por transformarse en inmuebles residenciales son diversas. Estas plazas se quedan obsoletas o se deterioran por falta de intervenciones de renovación, que sus propietarios son remisos a sufragar por su coste económico. Las particularidades de los regímenes de propiedad de unos edificios cuyo uso es en ocasiones mixto -turístico y residencial- explican también estas dificultades.

Este proceso de pérdida de valor del establecimiento extrahotelero -añade Simancas- se ha intensificado en los casos en que la comunidad de propietarios ha asumido la mayoría de las unidades alojativas, pero al mismo tiempo "no ha desarrollado unos mínimos niveles de profesionalidad y cualificación de la comercialización y gestión".

La irrupción del "tercer boom turístico" (1997-2008) y la estrategia de cualificación del destino mediante la ejecución de hoteles de cuatro y cinco estrellas -apoyada por las administraciones públicas- provocaron un "desvío" de los clientes de los touroperadores hacia los establecimientos de los hoteleros en detrimento de los apartamentos, cada vez menos competitivos. La reducción de sus precios los ha hecho cada vez menos rentables para el negocio turístico y ha desembocado en su salida del mercado.

Zonas turísticas donde mandan las viviendas

El cambio del paisaje de las áreas turísticas no ha venido determinado solo por la conversión en residencias de plazas cuyo primer uso era alojativo, sino también por la ejecución en estas zonas de edificaciones y urbanizaciones nacidas con orientación residencial. Según se recoge en "La residencialización de las áreas turísticas de Canarias", publicado por la Consejería de Turismo, este modelo ocupa el 12,6% de las áreas turísticas de Canarias, un total de 1.464 hectáreas, un 40% de las cuales se construyó después de 1998, durante el llamado "tercer boom turístico" del Archipiélago. De hecho, hay hasta 16 zonas donde los usos residenciales superan los turísticos. Se trata de Caleta de Fuste, Tauro, Buenavista del Norte, Puerto Calero, Costa del Silencio, Playa San Juan, Playa Blanca, Puerto Santiago, Puerto de la Cruz, Los Gigantes, Puerto del Carmen, La Caleta, Corralejo, Alcalá y Patalavaca.