La mitad de la superficie del archipiélago canario está protegida medioambientalmente por su riqueza y belleza, pero si una parte de su paraje natural destaca especialmente son los cuatro parques nacionales que alberga: Garajonay (La Gomera), Taburiente (La Palma), el Teide (Tenerife) y Timanfaya (Lanzarote).

Cuatro de las siete islas albergan estas maravillas reconocidas internacionalmente, cada una con sus características peculiaridades, que muestran la belleza y variedad ecológica de Canarias. En ellos podemos apreciar desde la frondosidad de los bosques de Garajonay o la Caldera de Taburiente al sutil florecimiento de los líquenes que empiezan a colonizar la desnuda tierra volcánica del Teide y Timanfaya.

El Teide (Tenerife) no es solo la silueta de un volcán de 3.718 metros y, por tanto, el pico más alto de España y de todo el Atlántico insular, sino también el entorno sobre el que se asienta: Las Cañadas del Teide, una de las mayores calderas del mundo.

La zona es hogar de extraordinarias formaciones geológicas y de múltiples especies de flora y fauna autóctona que dan vida y color a la tierra volcánica. Además, aún hoy el volcán Teide muestra actividad residual en forma de fumarolas y solfataras observables desde su cráter.

Los asombrosos paisajes de la caldera de Las Cañadas pudieron originarse por el colapso de un enorme cono volcánico anterior. Sobre esa base creció primero el Pico Viejo (de 3.135 metros), cuyo enorme cráter de 800 metros de diámetro domina la base occidental de la montaña y fue escenario de la última erupción en la zona: la que en el año 1798 originó las llamadas Narices del Teide.

Sobre las ruinas del Pico Viejo se levanta el poderoso estratovolcán que ha marcado la geografía y la historia de Tenerife. Hoy en día, Las Cañadas ofrecen un paisaje impresionante, con un relieve en el que destacan los roques y los mares de lava, un sustrato en permanente evolución sobre el que habitan interesantes especies autóctonas de reptiles, aves, invertebrados y vegetación.

El 1 de septiembre de 1730 está marcado en el calendario de Lanzarote como uno de los días más importantes de su historia. Ese día, hace menos de tres siglos, comenzó uno de los procesos eruptivos más largos conocidos por la humanidad, que acabó creando el actual Parque Nacional de Timanfaya.

Durante seis largos años, no hubo un solo día en que la tierra no vomitara ingentes cantidades de magma, convirtiendo pueblos y fértiles campos de cultivo en un inmenso mar de lava coronado por decenas de cráteres.

El paisaje se muestra en los pasos iniciales del proceso de colonización vegetal y animal de una tierra casi nueva, con los líquenes siempre en vanguardia. Ante el visitante, arroja infinidad de fisuras, cráteres alineados, mares de lava y ceniza que se extienden desde el centro de la isla hasta su costa occidental.

Si La Gomera, por su parte, destaca por algo es por la inmensidad de su color verde presente en Garajonay. Y es que la singularidad geográfica y climática de Canarias da pie a tesoros como el que aguarda en el centro de La Gomera: la laurisilva, un tipo de bosque tropical que predominaba en el planeta hace millones de años y que hoy es una reliquia.

El choque de los vientos alisios cargados de humedad con el abrupto relieve volcánico de la isla, repleto de espectaculares roques y acantilados, favorece la formación de densas nubes que alimentan una selva fascinante.

Pero si el Teide nos parece espectacular con sus más de 3.700 metros, en La Palma hace millones de años se erigía un gigantesco volcán que se especula podía alcanzar hasta los 4.000 metros de altitud. Su desplome desembocó en el actual Parque Nacional de la Caldera de Taburiente (La Palma), una gran caldera de ocho kilómetros de diámetro, hoy envuelta por los desniveles insulares más abruptos del planeta.

En el interior de la caldera, la humedad genera una vegetación densa, diversa y singular, con grandes bosques de laurisilva y pino canario -la conífera endémica, símbolo de La Palma- que ocupan las faldas de los vertiginosos roques, crestas y barrancos, con el agua, en forma de torrentes, cascadas y manantiales.