Recuerda de dónde viene, pero la nostalgia no lo ciega. Manuel llegó a tener una empresa de electricidad que en 2005 facturaba "hasta 60 millones de pesetas". A sus 52 años, diez después de que dos clientes no pagaran sus deudas y la empresa se fuera a pique, ha rehecho su vida. No ha sido fácil y sus días no tienen nada que ver con los de entonces, pero no pierde la fe. "Es lo que me ha tocado vivir, del cielo no te cae nada", dice sin dejar de sonreír.

Los últimos años no han sido fáciles para Manuel, pero hoy puede decir que ha sabido reinventarse. Su vida es una historia de superación que se remonta años atrás y que aún se está escribiendo. Durante mucho tiempo trabajó como electricista en el Ayuntamiento de La Laguna. Le gustaba tanto su profesión que por las tardes, fuera del horario laboral, iba a empresas a trabajar gratis, solo para aprender. Hace 18 años pidió una excedencia: quería abrir su propio negocio. Partió de cero, no tenía cartera de clientes, pero tenía claro que quería emprender. "Yo soy una persona normal, de un pueblo; lo único que tengo es la experiencia de haberme formado constantemente y de trabajar, pero me lancé al vacío", cuenta.

Después de todos los tragos amargos, Manuel no se arrepiente de todo lo que pasó. Se queda con una certeza. Sabe que ese tesón funcionó y sigue pensando que "la fe mueve montañas". "Empecé a ganar dinero, pude comprar un local, furgonetas, materiales, contratar gente, formar a la plantilla...", recuerda con el orgullo de las cosas bien hechas. "He tenido experiencias amargas y también buenas, pero han sido más las amargas que las dulces; sin embargo, no me ha quedado otra que levantarme y seguir adelante".

En 2007, antes de que los problemas económicos se generalizaran, Manuel tuvo su propia crisis financiera. Dos clientes le dejaron una deuda de diez millones y a partir de ahí su vida se complicó. Pasó por momentos duros y fue diagnosticado con una pequeña discapacidad. Empezó a recibir la ayuda de AFES Salud Mental. Durante ese tiempo, para sentirse activo, Manuel se puso a trabajar con sus padres, fundamentales en su recuperación, que tienen unos invernaderos en Valle de Guerra, y los fines de semana vendía los productos en el mercadillo de Tacoronte. "En realidad nunca he dejado de trabajar. No parar es lo que me ha servido".

Todavía sigue yendo a la recova los sábados y los domingos -"al puesto 28", dice-, pero, además, ha conseguido un empleo. Esta semana cumplió sus primeros 45 días. Tiene un contrato por un año.

A Manuel le gusta insistir en que su reconversión es un trabajo en equipo: ha sido posible gracias a las trabajadoras de AFES, su familia y el Servicio Canario de Empleo (SCE), pero, sobre todo, a su empeño. En eso insisten mucho ellas. Este hombre es uno de los participantes del programa del SCE para mejorar la inserción laboral de personas en exclusión social. En total, la Consejería ha subvencionado con 2,6 millones de euros 21 proyectos de este tipo a través de entidades sociales. Una es AFES. Manuel obtuvo allí dos certificados de profesionalidad: "Operaciones Auxiliares de Servicios Administrativos y Generales" y "Operaciones de grabación y tratamiento de datos y documentos".

El trabajo que ha conseguido -reponedor en un supermercado- no tiene mucho que ver con lo que aprendió entonces, pero sí con la actitud y la forma de enfrentarse a cada entrevista. Hoy sabe que se volverá a caer, pero también que se levantará. "Estoy contento porque la gente está muy preparada y cada día es más difícil conseguir un puesto de trabajo".

De los más de dos millones que destina el SCE a financiar a las organizaciones que llevan a cabo los itinerarios de inserción, 1,3 son para favorecer la empleabilidad de personas en exclusión social o en riesgo de padecerla, 133.560 euros son para inmigrantes, y 1,1 para personas con discapacidad. Las entidades se comprometen a insertar al menos al 25% de los participantes tras la formación, aunque AFES supera esta cifra. En la actualidad hay 301 personas participando, según datos del SCE.

Manuel no se cansa de defender la importancia de la formación. "Yo tengo estudios de FP de primer y segundo grado de electricidad, preparación como instalador electricista, me saqué el carné de instalador en industria... Al curso de AFES no falté ni un día. Aunque ahora haga un trabajo totalmente distinto, me sirvió mucho. Da lo mismo hacer una cosa que otra; lo importante es continuar".