Miles de personas pasan cada año por la Unidad de Medicina Intensiva (UMI) del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria. Una infección que se complica, un accidente, un fallo hepático o un problema cardiaco pueden ser algunos de los pases de entrada a este "hospital dentro de un hospital", como lo denomina Santiago Lubillo, doctor y jefe de este servicio en el centro. Se trata, finalmente, de pacientes en estado crítico o grave cuya situación es potencialmente recuperable.

Una unidad en la que las acciones realizadas se vuelven "invisibles". "Cuando tratamos a una persona y le damos el alta, en el 95% de los casos vuelve a su casa igual o casi igual que antes de entrar a cuidados intensivos", explica Lubillo. Por su parte, José Carlos Bonilla, supervisor de enfermería del servicio, recalca que "solemos tratar eventos que los pacientes quieren olvidar, y los olvidan". La Unidad de Medicina Intensiva, a pesar de ser "la parte del cuidado que no tiene cara", es, según Bonilla, "donde nace el cuidado", pues el paciente cuando ingresa "puede haber perdido su autonomía y necesitarnos para todo, como comer, respirar y moverse; nos necesita a cada instante".

Desde 2005, la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) o Unidad de Medicina Intensiva (UMI) se empezó a plantear desde cero. "Veníamos de hospitales de Gran Canaria y nos dieron la oportunidad de montar esta unidad en términos modernos", asegura Lubillo. "Nuestra UMI admite pacientes de forma proactiva y es una unidad sin murallas", explica el doctor. Lo primero significa que la unidad acoge a "pacientes potencialmente graves y recuperables lo antes posible para ser mucho más eficientes". Para conseguirlo, utilizan un sistema de "códigos" que se usan entre esta unidad y el resto del hospital, especialmente en Urgencias. El Código de Politrauma, el de la Pancreatitis, del Ictus, del Dolor Torácico y el del Infarto, entre otros, ayudan a la UMI a mejorar la comunicación con el resto del hospital y a mejorar la "eficacia al mínimo gasto".

Es como un "hospital pequeño", insiste Lubillo, que asegura que la "diferencia es que tiene unos medios extraordinariamente sofisticados para mantener al paciente hasta que el tratamiento sea efectivo". El jefe de servicio remarca la "suerte" que han tenido al poder planificar la unidad y su tamaño, ya que "el índice de ocupación es del 74%", lo que significa, según Lubillo que "casi siempre" pueden tener camas libres.

Como el perfil de los pacientes que deben ingresar en la UMI es heterogéneo, la unidad está preparada para atenderles dividiéndolos, según su patología, entre tres módulos: neurotrauma, cardiorrespiratorio y polivalente. Este último es donde se trabaja, entre otros, con pacientes de fallo multiorgánico, sepsis, patologías digestivas y también trasplante hepático, para el que La Candelaria es el centro de referencia de Canarias. "El año pasado hicimos 51 trasplantes hepáticos y hemos sido el hospital que más donantes ha aportado", remarca Santiago Lubillo.

Los recursos humanos son indispensables en esta unidad, porque al final se resume en "personas tratando a personas", como lo define Bonilla. "Esta unidad es como una pequeña empresa, ya que al día trabajan unas 150 personas", incide. En total hay un jefe de servicio, tres supervisores de enfermería, 19 médicos, 70 enfermeros, 43 auxiliares y once celadores.