La isla de Fogo, en Cabo Verde, está dispuesta a transformar en un recurso de turismo sostenible la erupción que hace dos años y medio borró del mapa dos de sus aldeas y valiosos viñedos, siguiendo los pasos que llevaron a a Lanzarote a ser reconocido como Reserva Mundial de la Biosfera.

Una sucesión de erupciones entre 1730 y 1736 dejó sepultada gran parte de Lanzarote bajo la lava. Tres siglos después, en 2014, la naturaleza se encaprichó con Fogo, donde la primera erupción del siglo XXI en Cabo Verde causó estragos en su territorio.

Lanzarote ha adoptado ahora a Fogo para enseñar a su hermana caboverdiana cómo transformar la vulcanología en un recurso de turismo sostenible de primer orden y compartir con ella experiencias que le ayuden a que la admitan en la red de Reserva de la Biosfera.

Hace tres siglos, el cura párroco de Yaiza, Andrés Lorenzo Curbelo, dejó por escrito su relato de cómo la tierra comenzó a vomitar fuego en Timanfaya: "El 1º de septiembre (1730), entre las nueve y diez de la mañana, la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diez y nueve días".

Aquella erupción sepultó las aldeas de Chimanfaya, Los Rodeos, Mancha Blanca, Tingafa... y centenares de personas emigraron a otros puntos de la isla o a la vecina Fuerteventura.

La población que decidió quedarse supo aprovechar los nuevos recursos naturales para crear milagros como La Geria, un impresionante paisaje de viñedos sobre un valle de cenizas. La llegada del artista César Manrique, siglos después, haría el resto.

Las crónicas de la última erupción del volcán de Fogo, el pico más alto de la isla con 2.829 metros de altura, no hay que buscarlas en antiguos legajos, sino que corrieron por internet.

El número de desplazados y las informaciones de aldeas arrasadas como Portela y Bangaeira, situadas en Chã das Caldeiras, la caldera que rodea el volcán, alertaron a medio mundo en noviembre de 2014.

Las coincidencias entre las dos islas van más allá de su estampa volcánica. Ambas comparten un pasado vitivinícola y hoy pueden presumir de ser dos oasis del vino en medio del Atlántico.

Fogo tal vez deba su matrimonio con el vino al aristócrata francés Armand Montrond, que se estableció en el lugar en 1860 y sobre el que recae la fama no solo de haber sembrado de hijos rubios la isla, sino también la de haber plantado cepas en la zona de Chã das Candeiras. Los caldos de vino de uva moscatel y, en menor medida de tinto de uva preto, son un reclamo turístico y una marca de identidad de la isla caboverdiana.

El cónsul general honorario de Cabo Verde en Canarias, Juan Cárdenes, explica cómo el café, junto al vino, han sido desde hace tiempo los dos principales productos económicos de esta isla de 476 kilómetros cuadrados de extensión y unos 37.000 habitantes y también cómo ambos cultivos se vieron afectados por la erupción.

"La lava cubrió toda la caldera, las casas, la iglesia y se llevó viñedos, una bodega...", recuerda.

Ahora, los antiguos moradores desean regresar a la caldera y comenzar de cero. "Tradicionalmente han vivido de esto y quieren volver al mismo sitio", explica el cónsul, quien adelanta que desde la isla de Fogo se siguen esforzando para que su vino sea condecorado con el sello de Patrimonio Mundial del gusto.

La recuperación vitivinícola de Fogo contará con el respaldo de Canarias. Ambos archipiélagos también trabajarán con fondos del programa europeo MAC (Madeira, Azores, Canarias) para crear un modelo de desarrollo turístico que permita aprovechar las potencialidades de la isla.

Los primeros pasos irán encaminados a señalizar rutas para caminatas, programar visitas al volcán y recuperar las fachadas de San Felipe, una localidad en la que aún sobrevive la huella colonial en sus calles y edificios.

Esta isla caboverdiana -conocida como San Felipe hasta que en 1860 una erupción volcánica cambió para siempre su nombre por el de "Fogo"- no solo aspira a obtener el sello de la Reserva de la Biosfera, sino también a ingresar en la red de Geoparques.

Para ello, el Gobierno de Canarias ha ofrecido a Cabo Verde que tome lecciones de Lanzarote, declarada Reserva de la Biosfera desde 1993 y reconocida como Geoparque en 2015.

Desde el Cabildo de Lanzarote, creen que en Fogo se pueden crear rincones atractivos, pero con "un fuerte equilibrio en la actuación sobre la naturaleza", como se hizo en su isla con las intervenciones inspiradas o dirigidas por César Manrique, un artista capaz de convertir los malpaíses (yermos campos de lava), antes condenados a albergar vertederos, en lugares "bellos y visitados".

Lanzarote proporcionará a Fogo unas líneas de trabajo que incluyen la transformación cultural, el uso ordenado del territorio, el refuerzo de la renta y el reparto de la riqueza local.

La prioridad absoluta del equipo de asesores lanzaroteños será la ordenación del poblamiento de Chã das Candeiras, donde aún con la lava caliente muchos de sus habitantes regresaron para empezar a construir de nuevo sus viviendas de forma desordenada.

Fogo también sueña con formar parte de la red de Geoparques. Para ello, apuntan desde el Cabildo de Lanzarote, habrá que analizar en la isla cuáles son los lugares volcánicos más importantes y ver si hay alguno es aprovechable para el turismo "sin alterarlo profundamente".

El futuro de los habitantes de Fogo mirará otra vez al volcán del que intentarán sacar el máximo rendimiento para no tener que emigrar de nuevo, tal y como hicieron sus antepasados siglos atrás, en forma de mano de obra barata y diligente para los buques balleneros estadounidenses que se dedicaban a la caza del cachalote.