Tras coordinar la implantación de la Universidad Europea de Canarias, Carlos Díez de la Lastra fue nombrado en 2014 director general de la Escuela Internacional de Alta Dirección Hotelera Les Roches Marbella. Esta semana ha estado en Tenerife presentando y moderando la segunda edición del Gran Debate Hotelero en la Isla.

¿Está preparado el sector turístico en Canarias para el día después de esta bonanza?

En los últimos tres años el sector se ha reactivado y se ha puesto a trabajar. Este destino, junto a otros como Mallorca, ha tomado la cabeza en cuanto a concienciación de que tenemos un porcentaje muy alto de turistas prestados. El porcentaje de cuántos de ellos recuperemos lo va a definir cómo estemos de preparados para el momento en que el turista ya tenga una oferta más barata. Es fundamental que cuando el turista pruebe esa oferta se dé cuenta de la diferencia de calidad en cuanto a instalaciones, preparación y experiencias. Los grandes grupos tienen dinero para hacer edificios igual de buenos o mejores en el norte de África o aquí, pero en los próximos años esos países no van a poder ponerse a la altura de Canarias ni en profesionalidad ni en servicios añadidos ni en seguridad. El sector hotelero se ha tomado en serio el momento de bonanza para invertir y renovarse; no tanto como a mí me gustaría, pero sí más que en el anterior ciclo.

¿No se ha dormido en los laureles?

Ha habido un proceso de aprendizaje. El anterior cambio de ciclo pilló a Canarias en una situación muy mala, porque en el momento de bonanza previo el sector no fue capaz de darse cuenta de lo que se le venía encima en cuanto perdiese competitividad en precios. Nuestra operación en Canarias no puede resistir esa reducción de precios con cierta calidad. Ahora el sector ha dicho que no le van a pillar otra vez en esta situación. Algunos, en el momento más álgido, han cerrado durante seis meses para renovar y mejorar. Hay que tener mucho valor para eso. Esto augura un futuro mejor para el cambio de ciclo.

¿Conocemos bien al turista?

Se conoce muy bien al turista actual, pero no tanto los cambios y tendencias que experimenta. Canarias es un modelo de gestión hotelera y la satisfacción del cliente es buena. Pero muchos hoteleros, no digo todos, no están siendo capaces de anticipar la dimensión del cambio en la tipología de clientes. Eso implica perder una parte de los clientes actuales, que van a ir evolucionando, al no poder atender a sus necesidades, y también no ser capaces de atraer mercados y colectivos emergentes muy potentes y atractivos. También hay propuestas diferenciales que aportan la atracción de un cliente que antes no venía, como este hotel en el que estamos (el Hard Rock Hotel, en Adeje).

¿Cuál es esa nueva tipología de clientes?

Hay muchas. Antes se catalogaban los clientes por la situación familiar o por la edad. Si a un señor le gustaba algo en particular, era muy difícil llegar a una propuesta orientada a eso, como sí ocurre ahora, por ejemplo con el turismo del cielo y de las estrellas. Ese cliente ya existía, pero sin tecnologías avanzadas para localizarlo y atraerlo era muy complicado captarlo. Ahora las redes sociales hacen que los colectivos de interés se agrupen, y el hotelero puede hacer una propuesta de valor que los atraiga. La primera reacción de los hoteleros ante las nuevas tecnologías es la de recibirlas como una amenaza; no se dan cuenta de la oportunidad de segmentar maravillosamente el perfil de clientes, tenerlos ubicados estén donde estén.

¿Vive el sector de espaldas al conocimiento que se genera en las universidades?

Si una única universidad monopoliza el conocimiento durante mucho tiempo, la propia universidad no siente esa tensión por querer aportar. Ahora hay propuestas privadas que generan una competitividad sana que, a su vez, provoca más interés en llegar a las empresas. Por la fortuna de su clima y su gente, Canarias nunca se ha visto en la necesidad de salir de su zona de confort turística. Los turistas llegaban fácil, los touroperadores los traían por nosotros. Ahora el touroperador los trae aquí y al norte de África. O hacemos una propuesta diferencial o entramos en una guerra de precios que al Archipiélago no le interesa. A Canarias le falta preocuparse de analizar de manera un poco más científica lo que está pasando, de abrir su mente, ser un poco humilde, y aunque sea un destino potentísimo, considerar que quizá hay cosas que puede hacer mejor. Si tenemos esa actitud, y si tenemos un grupo de líderes hoteleros, se genera un movimiento de imitación. Cuando el hotelero ve que el vecino ha posicionado su hotel y ha disparado los precios un 30% después de renovarlo, reacciona y mueve el mercado.

¿El alquiler vacacional ha cogido por sorpresa al sector?

Canarias siempre ha convivido con esa oferta y ha sabido manejarla y, además, le ha dejado menos espacio. Eso no significa que no le afecte. Hay que regular, limitar de manera racional y evitar que el alquiler vacacional se convierta en una industria paralela de empresarios, que invierten para competir con los hoteles. El alquiler vacacional tiene que ser para personas que tienen una segunda vivienda y quieren sacarle una rentabilidad. Esta falta de regulación está haciendo que algunos empresarios, algunos de ellos hoteleros, inviertan como si lo estuvieran haciendo en un hotel.

Pero ya hay una normativa...

Pero no se cumple.

Y los tribunales están empezando a tumbarla.

No se cumple y no estaba del todo bien hecha; por eso se está empezando a tumbar. Lo que ha hecho Italia es inteligente: es más fácil controlar cuatro operadores de esta mal llamada economía colaborativa que 40.000 o 50.000 viviendas. ¿Por qué un touropeador tiene una serie de responsabilidades legales que se ejecutan cuando no cumple y un operador tecnológico, que también está intermediando, no tiene ninguna? Cuando se regule eso, se acabará el problema.

¿Puede crear más y mejor empleo el turismo en Canarias?

Este hotel es un ejemplo. Tiene 700 camas y una plantilla de unos 500 trabajadores. Esta ratio de personal por habitación no la tiene un hotel de dos o tres estrellas; la tiene este porque ofrece más calidad. Lo mismo pasa con el alquiler vacacional, que casi no genera empleo. Cuanta más calidad y propuesta de valor, más empleo. La gente debe meterse eso en la cabeza. No es malo que el empresario gane dinero si eso revierte en la sociedad; lo que está mal es que gane dinero y se aproveche de la legislación y la normativa, como esos que compran quinientos pisos, pagan en dinero negro y no pagan impuestos. Eso es lo que hay que evitar.