La Asociación Canaria de la Dislexia (Dislecan) considera que en Canarias aún queda mucho camino por recorrer en materia de detección y atención a los alumnos con dificultades específicas de aprendizaje, entre ellas la dislexia, la disgrafía o la discalculia. A pesar de que la prevalencia de esta dificultad se sitúa entre el 10 y el 15%, en Canarias su detección "apenas llega al 0,2%", según los últimos datos facilitados por la Consejería de Educación, lo que demuestra los fallos en el proceso, denuncia la entidad.

Anita Pestaña, presidenta de la asociación, lamenta que en España no existan estudios longitudinales sobre la dislexia, como se llevan a cabo en otros países. Estos informes se prolongan durante veinte o treinta años y permiten analizar la evolución de estas personas en un periodo prolongado de tiempo.

En España, la primera vez que la dislexia apareció como responsabilidad de las administraciones educativas fue cuando se aprobó la Ley Orgánica de Educación (LOE). Las autoridades canarias fueron pioneras en adaptar estas recomendaciones, pero en la práctica el avance no fue tal. "Hoy en día, en Canarias a nivel legal está todo hecho, pero realmente esa normativa no llega a los colegios. Lo demuestran las cifras de prevalencia. Según la Consejería de Educación, apenas hay un 0,2% de niños diagnosticados. Esos datos, comparados con los que hay a nivel internacional y en el resto de España, demuestran que está fallando la detección", lamenta.

"La dislexia o la disgrafía no se observan a simple vista. Un alumno con dislexia puede ser muy inteligente, expresarse a nivel oral mejor que sus compañeros, pero sin embargo es el típico que no te trae las tareas hechas, no quiere leer en voz alta y todos los trabajos escritos que presenta son muy deficientes".

Las personas con dislexia no sufren una enfermedad, solo nacen con "una información genética" diferente. "Son completamente normales y cuentan con unas capacidades muy buenas en otros ámbitos, pero tienen dificultades específicas en la lectura, en la expresión escrita o en el cálculo matemático", señala. "La dificultad está en la rigidez del sistema educativo, el no saber cómo atenderlos y cómo hacerles llegar toda la información de otra manera que no sea únicamente el lenguaje escrito". Por eso, considera un error "no permitirles utilizar herramientas de apoyo como un ordenador, programas informáticos o más tiempo para un examen".

Estas dificultades generan problemas familiares y académicos. Los padres no entienden qué ocurre y saturan en ocasiones al menor. "Acaban siendo carne de cañón del fracaso escolar", dice Pestaña. No es una suposición. Recuerda que, según el Ministerio de Educación, cuatro de cada diez alumnos que abandonan el sistema o fracasan - "aunque preferimos decir que el que fracasa es el sistema"- tienen dificultades de aprendizaje y que el Consejo Europeo hizo una serie de recomendaciones a España por el alto nivel de repetidores que registra, el mayor de Europa.

La falta de formación al profesorado explica -a juicio de esta entidad- "la ausencia de una atención específica que el colectivo con dislexia requiere", una realidad que en supone la "vulneración de los derechos básicos de equidad en la educación". Pestaña incide en que esta situación no es exclusiva de la Comunidad Autónoma y que, por ello, las asociaciones de las distintas autonomías han decidido formar la Plataforma Dislexia 21 Enero, "una agrupación independiente y plural, por supuesto, sin ánimo de lucro".

Dislecan se formó en 2005 por una serie de padres que vivieron las dificultades de tener hijos con dislexia y no obtener respuesta por parte de los colegios. La asociación, además de más recursos y formación al profesorado, ha solicitado, junto al Colegio de Psicólogos, que se acepte la valoración de un menor que haga un profesional colegiado y no se tenga que esperar a que emitan su veredicto los equipos de valoración de la Administración educativa, que tienen que atender muchos centros.

Asimismo, plantea que, al igual que ya ocurre en muchas comunidades autónomas, "las revisiones pediátricas de Atención Primaria pueden contribuir a detectar que el niño está en riesgo de tener una dislexia o otra dificultad específica de aprendizaje (disgrafía, disortografía o discalculia), porque estos niños psicosomatizan la problemática y el sufrimiento emocional de la escuela, y muchas veces presentan perfiles de niños con dolores de cabeza, de estómago, cansancio o desánimo".

Pestaña pone como ejemplo País Vasco, donde los pediatras han comenzado a pasar un cuestionario con indicadores de alerta, una especie de "screening", que está teniendo muy buenos resultados. "Aunque no realicen el diagnóstico psicopedagógico, sí pueden indicar de la posibilidad y la necesidad de seguir indagando en el rendimiento escolar del niño".

"Los niños son héroes, porque el sistema educativo no está hecho para ellos y el profesorado no les entiende". Hay patrones mitificados. Algunos invierten los números, como el hijo de Pestaña.

"Pedimos que se destinen recursos para formar al profesorado para que las medidas se puedan aplicar. No existe una buena formación y si el profesor no lo detecta, el servicio de orientación no actúa".