La coordinadora de la Fundación Cruz Blanca en el sur de Tenerife, Rosa Henríquez Abrante, señala que la presión policial ha hecho que muchas mujeres que ejercen la prostitución se concentren en pisos o clubes cerrados. Henríquez señala que esa tendencia es un arma de doble filo, ya que, por una parte, no existen quejas ciudadanas por su presencia ni por la inseguridad en un entorno, pero, por otra, hay mayor riesgo para ese colectivo, en la medida en que pueden ser víctimas de trata con fines de explotación sexual, a la vez que se les bloquea el acceso a información y asesoramiento.

Recientemente el Ayuntamiento de Arona y la Cruz Blanca firmaron un convenio para facilitar el apoyo en diferentes ámbitos a personas que ejercen la prostitución. La Fundación, a través del proyecto Cambalache, dispone de la unidad de acercamiento, que visita a las mujeres, ofrece apoyo y consejo breve, a la vez que se les da material de protección. Además, a solicitud de las beneficiarias, también ofrece mediación y acompañamiento para acudir a los recursos sociales del consistorio. Y también dispone de un punto de atención directa en Los Cristianos. Según las primeras estimaciones, Henríquez señala que en Las Américas y Costa Adeje el 90% de las prostitutas son extranjeras. La mayor parte proceden de Europa del Este, fundamentalmente rumanas y búlgaras. En segundo lugar están las nigerianas. Respecto a las españolas y las sudamericanas, desarrollan la actividad generalmente en pisos o casas particulares.

Henríquez explica que en verano hay menos mujeres en la calle, puesto que suelen viajar a otros destinos turísticos peninsulares.

El acceso a las beneficiarias varía en función del lugar en el que ejerzan. A las que trabajan en la calle, el personal llega con total facilidad generalmente. Henríquez comenta que, si se acude en un horario con pocos clientes, también es factible acceder a locales de alterne. En los clubes cerrados o las casas compartidas por varias mujeres ya es mucho más difícil intervenir. Y en las salas de masajes orientales resulta completamente imposible. Manifiesta que "hay contacto estrecho con las fuerzas de seguridad, que nos facilitan información, así como con otras entidades que trabajan en la zona". Henríquez comenta que, además de darles información, en las rutas semanales se recogen datos sobre sus necesidades e inquietudes. Y, a raíz de sus demandas, "hacemos trabajos de mediación y analizamos su situación personal, porque cada caso es un mundo".

La labor de la Fundación de la Cruz Blanca intenta que dichas mujeres puedan acceder a recursos de carácter social, sanitario o educativo, si fuera necesario. Aclara que, al principio, existe desconfianza, ya que, en ocasiones, están en situación irregular en el país y temen que las personas que acuden para ayudarlas en el proyecto estén vinculadas a las fuerzas de seguridad. Por eso, el primer paso es generar un clima de confianza.