Coordinador económico de la Vicepresidencia del Gobierno canario hasta la expulsión del PSOE del Ejecutivo, Antonio Olivera se encarga ahora de ensamblar -"coser", dice él- las diferentes aportaciones a la ponencia económica del próximo Congreso regional del partido. Dice echar en falta una mayor relación entre los poderes políticos y el ámbito profesional y académico y reivindica la figura del "economista fontanero", capaz de bajar a las calderas para tapar las vías de agua que amenazan con ahogar a la sociedad.

Canarias encadena tres años de crecimiento económico. ¿Quién se está beneficiando más de él?

La recuperación no se está manifestando con la fuerza suficiente para llegar a todo el mundo. El crecimiento del PIB por habitante no es tan fuerte en Canarias como en el resto de España. Llevamos perdiendo renta por habitante desde el año 2000, y aquí nadie se está preocupando por eso. Una porción relevante de la población se está quedando al margen de la mejora económica. Muchos desempleados no consiguen dar el salto al mercado laboral. Lo peor es que los salarios están a unos niveles muy bajos. Si no hay demanda interna, la economía no avanza tanto. Hemos recuperado el nivel de PIB precrisis, pero no lo notamos porque ahora la mayor contribución viene de las compras de las rentas externas. La población local todavía está muy lejos de la situación anterior a la crisis. Hace tiempo que tendríamos que haber puesto el foco en la mejora de la calidad del empleo, no solo por justicia social, sino hasta por interés económico puro y duro.

Ese aumento del PIB lo sostienen muchos menos trabajadores.

El nivel de ocupación no ha llegado a los registros de antes de la crisis; en cambio, el PIB sí. Es fundamental ya no solo la incorporación de todas esas personas al mercado laboral, sino contraprestar su participación. La teoría dice que si la productividad es mayor se pueden pagar mayores salarios, pero eso no está sucediendo. En el periodo de ajuste los más perjudicados han sido las rentas más bajas, que han perdido más capacidad de compra. Eso agrava la situación y genera cabreo social, porque quienes más han sufrido ven que se habla de recuperación, pero no les llega.

¿Y cómo puede llegarles?

Siempre se buscan soluciones fáciles. Tengo la sensación de que lo que quieren muchos es tratar de volver a la situación de 2007, cuando había bastante actividad, la construcción empujaba y había crédito fácil y tendencia a las actividades especulativas. Canarias tiene desde mediados de los 90 un problema estructural muy importante, que es su falta de capacidad para adaptarse al mundo actual y ser más innovadora e incorporarse a la economía del conocimiento: crear nuevos productos, dar nuevos servicios... Los problemas que tenemos ahora son los que teníamos entonces, lo que hizo la crisis fue quitar una nube que no nos dejaba ver nuestras verdaderas carencias. Este es un momento clave para reflexionar sobre lo que necesitan España y Canarias, pero no veo que eso lo tengan claro los gobiernos. Hay que incidir en la calidad y no en competir en precios, donde hay competidores mucho mejores que nosotros. Hay que apostar por el capital humano, por el conocimiento no solo de los trabajadores, sino también de los empresarios y directivos. La calidad de la gestión empresarial es la pieza clave que puede cambiar un sistema.

¿Y cómo es la calidad media del empresariado en Canarias?

En todos los sectores hay empresas que lo hacen muy bien y otras que lo hacen muy mal. La diferencia es el porcentaje de cada tipo de empresa. En España, y en Canarias en particular, tenemos un sesgo muy elevado de empresas de baja calidad en la gestión. Algunas lo hacen muy bien, pero aún son muy pocas. Esto debe ser objeto de un pacto social, para que las empresas puedan crecer, crear empleo, pagar mejores salarios, internacionalizarse y resistir mejor la competencia externa. Hasta que no tengamos claro que ese es el problema fundamental, no vamos a poder cambiarlo. Se dice que hay que diversificar, pero si queremos cambiar de verdad la economía canaria en un plazo de tiempo razonable -cinco o diez años- es necesario actuar sobre aquello en lo que somos más fuertes, que es el sector turístico.

¿Puede innovar más el sector turístico?

Por supuesto. El sector turístico tiene dos grandes actividades: los servicios de alojamiento y los de comidas y bebidas. La gente dice que es difícil ser productivo en ellos, pero no es lo mismo una pensión de dos llaves que un hotel de cinco estrellas y gran lujo. Si tenemos mayor proporción de este último tipo de establecimientos, se genera mucho más economía. Estos hoteles tienen mucho más personal, pagan mejor. Con la restauración pasa lo mismo. Lo que hay que hacer para ser productivos es elevar la calidad de todos esos servicios. Debemos virar hacia un modelo turístico en el que la primacía absoluta la tenga la calidad, y el número de turistas no sea una preocupación.

Al turismo se dirigen las principales críticas sobre el nivel de empleo y su calidad. ¿Son justas?

A veces se habla del sector turístico y parece que solo se dirige la atención a los hoteles, pero hay más. Está pasando algo con el sector turístico: el gasto se eleva un 40% respecto a 2008 o 2009 y, sin embargo, el empleo en general de todas las áreas del turismo está muy por debajo de aquella época. Tenemos que comprender lo que sucede y tomar medidas para revertirlo, porque nuestro gran potencial lo tenemos en el turismo. Los empresarios deben tomar responsabilidad de la mejora de la calidad y hacer seguimiento de aquellos empresarios canarios que están liderando el proceso. Las administraciones deben generar incentivos a la calidad y no a hacer más de lo mismo.

El turismo nos ha permitido sobrellevar la crisis, pero también genera efectos negativos.

La economía canaria no se comprendería sin el turismo, es nuestra principal baza, pero nos hemos ido metiendo en un proceso de desarrollo que genera muchas tensiones sobre el propio sistema. El sector funciona bien, genera bastante gasto -aunque menos del que debería-, pero está provocando efectos negativos sobre aspectos sociales y medioambientales. La mejora de los beneficios no repercute en la de las condiciones de los trabajadores. La entrada del alquiler vacacional ha causado un efecto de gentrificación por el que las personas deben dejar de vivir en los núcleos turísticos. Tenemos un problema con la depuración y el aprovechamiento de aguas y la gestión de los residuos, producto de un proceso en el que se ha buscado captar más turistas y no poner el acento en la calidad. Todo eso crea efectos negativos en la opinión pública externa que afectan al destino. Es el caso de las microalgas: estén relacionadas o no con los vertidos, también generan esos efectos. Ahí están las fotos de las aguas residuales y emisarios. En la calidad tenemos un recorrido tremendo. En EEUU, el gasto por turista cuadruplica el de España. Imaginemos que una actividad que supone el 33% del PIB canario doblara su capacidad de generar economía; se notaría, y mucho.

¿Estamos apostando de nuevo por competir en costes y no en excelencia?

Sin duda. Es una política que viene marcada desde España. Para salir de la crisis, en lugar de reconocer que tenemos un problema estructural y pocas empresas productivas, se adoptaron medidas para hacer un ajuste de nuestras circunstancias a la nueva situación. La más importante fue la reforma laboral. Bajando salarios no se gana competitividad, sino que se reconoce que eres poco competitivo. Buscaban facilitar volver a ajustar hacia abajo y empezar de cero. Esto ha supuesto una dureza tremenda. Aquí se acabaron las ideas del PP. ¿Y ahora qué? ¿Vamos a seguir machacando a los trabajadores bajando salarios para seguir admitiendo que no hacemos las cosas bien o vamos a poner en marcha un proceso de mejora continua de la calidad y la excelencia? Todos, hasta el PP, dirán que quieren lo segundo, pero ¿dónde están las políticas? Me da la sensación de que se busca crear otra burbuja que nos devuelva a la situación precrisis sin atacar los problemas de fondo.

¿Los componentes de esta burbuja ya están ahí?

Algunos elementos pueden surgir ya. Empieza a haber movimientos serios para explotar las ventajas del alquiler vacacional y comprar apartamentos para ponerlos en explotación turística, una inversión basada en la expectativa de adquirir un valor mayor a futuro, porque a su vez lo venderán a otro que lo quiera explotar como alquiler turístico. Ahí empezará la burbuja y, mientras tanto, con mucho sufrimiento social.

Sería entonces una burbuja diferente, basada en el alquiler y no en la compra.

Todas las burbujas son diferentes, pero tienen un elemento común. En el sector hotelero, el problema es la negociación con los turoperadores por los precios. En lugar de haber hecho una apuesta por romper esa dependencia -facilitando los acuerdos entre hoteles o incluso con alianzas estratégicos para lanzar turoperadores o compañías aéreas en Canarias-, se ha dado mayor poder de negociación a los empresarios frente a los trabajadores. Es un modelo que no es sostenible.

¿Existe margen para bajar el IGIC, como plantea el PP?

Cualquier reforma de la fiscalidad debe partir de un debate. Si queremos que las presencia de las administraciones sea la mínima, sin elementos de apoyo a las personas, no necesitamos tantos recursos y podemos reducir los impuestos. Sin embargo, los partidos que abogamos por el Estado de Bienestar, por defender a las personas que no tienen nada más, apostamos por tener los recursos necesarios para dar unos servicios de calidad. Una vez tengamos esos servicios, ya nos podremos plantear bajar impuestos. La gran cuestión de la fiscalidad en España es que tenemos muy poca capacidad para generar ingresos, no por los tipos impositivos, sino porque la cantidad de deducciones y bonificaciones hace que el sistema sea como un queso gruyère. Lo que sí tenemos claro es que es necesario modernizar nuestro sistema fiscal.

¿Cree factible implantar una renta social garantizada, como piden los sindicatos en Canarias?

El debate sobre las rentas mínimas o los ingresos mínimos vitales es inevitable. No sabría decir en este caso concreto qué forma debe adoptar, pero, aunque el avance tecnológico generará empleo y nuevas oportunidades, habrá gente que quedará al margen, por mucha voluntad que tengan. Si queremos tener sociedades cohesionadas y sostenibles, será necesario algún tipo de renta. La clave es empezar cuanto antes a ponerlas en marcha y ver cómo tenemos que definirlas para que funcionen de forma más adecuada. Mi gran interés como economista es ponerse manos a la obra, remangarse. La economista Esther Duflo habla del "economista como fontanero". Muchos países y territorios están haciendo pruebas y nosotros estamos llegando tarde. Cometemos un error táctico brutal a la hora de la planificación política: tratar de resolver los problemas que tenemos y no los que tendremos dentro de cuatro o cinco años. Hay problemas actuales que no podremos solucionar o cuando tengamos la solución no importará, porque habrá otros.

¿Por ejemplo?

Una de las medidas estrella del Gobierno canario es el bilingüismo. A eso llegamos 40 años tarde, y no vamos a llegar. Pero cada vez la tecnología de traducción simultánea adquiere más importancia y dentro de nada será un elemento habitual. ¿No será más importante ver por dónde van las tendencias e implementar medidas para hablar con propiedad y que estos aparatos nos puedan traducir con mayor fiabilidad o analizar cómo utilizar estas herramientas en el sector turístico? Otro ejemplo: se proyectan infraestructuras de carreteras como si todo el mundo fuera a tener coche propio, pero la economía mundial tiende a compartir los recursos y a no hacer necesario tener un coche en propiedad.

¿Falta visión a largo plazo?

A medio. Una prospección cercana de por dónde va la economía ayuda a tomar mejores decisiones.

¿Hay pocos economistas fontaneros?

Sí. En Canarias se nota mucho. Hay una tendencia de los economistas, porque es lo que recompensa el sistema académico, a publicar en revistas internacionales sobre temas macro o econometría. Eso está bien, pero falta lo más importante. Tú diseñas una máquina que va a solucionar todos los problemas, pero cuando la pones en marcha se sale el agua por aquí, y cuando lo arreglas se sale por allá, y luego hace un ruido por allí... Hay que bajar al terreno. Tenemos mucha gente que puede decir dónde están las claves, pero pocos que se fajen. Pero lo peor de Canarias es que ni siquiera tenemos a los que dicen que hay que construir la máquina, no tenemos ni el ingeniero. Echo de menos, además, que haya mayor colaboración entre los poderes políticos y los profesionales. Si cada ámbito trabaja por su cuenta, nunca vamos a solucionar los verdaderos problemas.

El vínculo entre lo económico y lo social

Como coordinador de la ponencia económica del Congreso regional del PSOE, Antonio Olivera se ha encargado de articular las diferentes contribuciones para dibujar un modelo "en la que la parte económica y la social están muy imbricadas". "No se puede hacer economía para después repartir. Es necesario crear valor repartiendo de forma equilibrada", dice. La convicción que inspira el documento es que "una sociedad cohesionada crece más fuerte" y que "una economía socialmente responsable genera oportunidades de crecimiento".

La irrupción de Podemos obliga a la reflexión

El economista niega que la aparición de Podemos condicione la elaboración de las propuestas socialistas, aunque sí admite que la irrupción de la formación morada ha estimulado una "reflexión" sobre las dificultades con que se encuentra el PSOE para llegar a determinados grupos de la población. No obstante, remarca que los socialistas son, en los sondeos del CIS, el partido que menos rechazo causa, con índices sobre el 30%, mientras que el PP y Podemos superan el 50%.