Todo el mundo tiene derecho a tener un padre. La cuestión es que no lo puedes elegir. Así, en esta lotería genética te tocan los ojos marrones, el culo gordo y la mala leche cuando en realidad tú quieres ojos azules, figura esbelta y rictus menos tenso. Es el azar de la vida, a cada quien le toca un padre en suerte con ADN incluido, y a la Ley de la Televisión Canaria le tocó Manuel Fajardo. Te jodes.

Lo cierto es que a esta Ley le ha costado ser reconocida. Cuando nació todo eran parabienes porque se cargó a Willy García. Fue una especie de bebé medicamento contra un cáncer que la Justicia aún intenta extirpar. Pero cuando echó a andar y los pasos se mostraron torcidos, la abandonaron en la sala de los pasos perdidos del Parlamento quedando huérfana. Un asunto para arreglar mañana. O pasado.

Pero Fajardo es un buen padre y a los hijos hay que quererlos a pesar de todo. No en vano, sus errores suelen ser consecuencia de las acciones de sus progenitores y la cuestión es que la Ley es un desastre porque Fajardo no hizo bien su trabajo. Y las intenciones del legislador no se explican tres años después a petición de quienes quieren pervertirla aún más, se plasman en el texto. A los hijos hay que dejarlos libres para que cuando maduren no necesiten a sus padres para recitar un listado de excusas a su incompetencia.

Si hay algo en este lío en el que todos están de acuerdo es que la Ley de RTVC es manifiestamente mejorable, por no ponernos faltones. Ha creado una bicefalia imperfecta, no responde a las necesidades del proyecto audiovisual, acusa lagunas insalvables, deja la televisión y la radio a la deriva, no da amparo ni político ni jurídico? Son un conjunto de disparates provocados por un corta y pega de una ley nacional que debería avergonzar a sus señorías. Una prueba más del daño que está haciendo Google a nuestras vidas y de que los ciudadanos pagamos más de la cuenta a muchos de los presuntos servidores públicos.

La verdad, no esperaba que alguien sacara pecho con uno de los peores textos legislativos que ha parido el Parlamento de Canarias. Pero es lo que pasa con los malos padres. En muchos casos no tienen vergüenza.