Un presupuesto regional puede subir en casi mil millones de euros (en torno a 600 si se quita el crédito extraordinario de este verano) y no gustar a la oposición. Puede ser el mayor de la historia, el que más dedique a Sanidad de lo conocido en esa comunidad, con 100 millones más para Educación o el área social, y, sin embargo, ser objeto de duras críticas y hasta que el principal grupo de la oposición, el PSOE, hable de "nefasta gestión presupuestaria". Es lo que le pasa al proyecto económico canario de 2018, por mucho que la consejera de Hacienda, Rosa Dávila, y su compañero José M. Ruano se afanaran ayer en realzar sus bondades, en que algunas regiones no tienen ni gobierno (Cataluña) o no podrán aprobar nuevas cuentas.

Como no todo es blanco o negro, por mucho que en Cataluña parezcan prevalecer los extremos, todos los partidos elogian alguna parte del presupuesto o, al menos, el mayor diálogo de CC esta vez. Eso sí, y como remarcaron Román Rodríguez y Noemí Santana, un cambio obligado por la "imperiosa necesidad" de los nacionalistas de buscar apoyos ante su gran minoría. De ahí que Rodríguez les reproche que, "enseguida, se abrazaran al PP y ASG". Y es que el líder de NC admite que se ha reunido mucho con Dávila y Barragán y que hasta le gustó "el buen café de Clavijo, que le sale muy bien", pero lamenta que casi no le hagan caso a sus propuestas sobre cómo redirigir el gasto a políticas mucho más sociales o de auténtico cambio de modelo productivo.

Ni Dávila ni Ruano quisieron aprovechar dialécticamente la buena mano del presidente con el oro negro (por café), pero sí que negaron con énfasis el carácter conservador o neoliberal que no solo detectan Podemos y NC en el presupuesto, sino también el PSOE. Es más, y en respuesta a Santana, Dávila hizo una encendida defensa de Casimiro Curbelo (ASG) por su, a su juicio, dilatada trayectoria "socialdemócrata", elogio solo ensombrecido por ella misma al poner aún mejor a Melodie Mendoza, también de ASG, por cómo se empolló las cuentas en pocos días. En fin, que el café (al menos el de Clavijo) no tapa, disimula o mancha la ideología.