La Agencia Espacial Europea (ESA) está tan satisfecha con el rendimiento que Lanzarote le ofrece como campo de pruebas para misiones a otros planetas, que algunos de sus responsables piensan ya en habilitar una base en la isla para ensayar en aislamiento cómo responderían sus astronautas a un viaje de año y medio a Marte sin posibilidad de ayuda externa.

La idea no es nueva: la NASA lleva ya años utilizando los parajes extremos del volcán de Mauna Loa, en Hawai, para someter a confinamientos de meses a equipos de astronautas sin más relación con el exterior que la que tendrían con la Tierra si estuvieran en el Planeta Rojo: por radio y con una demora de unos 20 minutos desde que uno formula una pregunta hasta que recibe la respuesta.

La instructora de astronautas de la ESA Loredana Bessone le viene dando vueltas hace tiempo a la opción de recrear una experiencia similar en un tubo volcánico de Lanzarote, al ser posible en el de La Corona, uno de los más espectaculares del mundo, una cueva de 6 kilómetros de longitud formada por una erupción hace 21.000 años.

"Aún no lo hemos planteado, pero lo tengo en la cabeza. Podría ser muy útil si pudiera colocar un hábitat a la entrada de la cueva Sería perfecto", confiesa a Efe esta veterana de los programas de exploración de Marte de la ESA, que ahora dirige su programa "Pangaea", una iniciativa encaminada a entrenar a los astronautas en los hábitats de la Tierra más parecidos a la Luna o Marte.

¿Por qué Lanzarote? Porque como dice Jesús Martínez-Frías, el geólogo español que ha asesorado tanto a la NASA como a la ESA en sus últimas misiones con vehículos robóticos al Planeta Rojo, "Lanzarote es Marte en la Tierra". No hay lugar más parecido.

Por segundo año consecutivo, la ESA ha desplazado a Lanzarote a un equipo de astronautas, científicos y jefes de misión para probar directamente sobre sus coladas de lava y vastos campos de lapilli cómo sería recoger muestras geológicas y analizarlas sobre el terreno si estuvieran en la Luna o Marte. A ello se han dedicado durante estos días los astronautas Samantha Cristoforetti y Mathias Maurer, bajo la supervisión de Pedro Duque, del geólogo Francesco Mauro y del especialista en trajes espaciales Hervé Stevenin.

El suyo ha sido un trabajo peculiar, que combinaba útiles del siglo XXI (las tabletas que emplean para tomar fotos y datos y enviarlas al control de misión), con herramientas diseñadas hace nada menos que 50 años: bastones articulados como los que utilizaron las misiones Apolo para recoger piedras y muestras en la Luna.

Mathias Maurer apunta un detalle: esas herramientas de los años setenta fueron diseñadas para que las pudiera usar alguien que viste un traje que le impide agacharse, arrodillarse o hacer movimientos finos con los dedos. "Eso no ha cambiado. Si queremos mejorarlas, tenemos que conocerlas", dice el astronauta alemán.

Pero tanto el año pasado como este, el paso de este programa de la ESA por Lanzarote ha tenido muy presente los tubos volcánicos. El geólogo italiano Francesco Sauro, elegido en 2016 por la revista "Time" como uno de los "Líderes de la próxima generación", explica a Efe el motivo: probablemente no habrá mejor refugio en Marte para proteger a los astronautas de las radiaciones que un tubo volcánico.

"Sería un sitio perfecto para hospedar a los astronautas. Además, si alguna vez hubo vida en Marte, quizás se haya conservado bajo el terreno, en las cuevas y tubos volcánicos", detalla Sauro.

En la ESA están convencidos de que antes de lo que se piensa, el hombre podría estar listo para viajar a Marte, previo paso por la Luna, que, a juicio de Mathias Maurer, tiene todas las papeletas para convertirse en "la gasolinera" de los viajes espaciales.

Loredana Bessone lo tiene claro: si la NASA hizo realidad el sueño de que el hombre pisara la Luna en apenas una década empleando la tecnología disponible en los años sesenta, ahora se puede ir al Planeta Rojo. "Solo" se necesitan, como entonces, un empuje decidido y toneladas de trabajo. Maurer se atreve a ponerle una fecha: su apuesta es que el hombre viajará a Marte a partir de 2030.

Ahora bien, ¿qué perfiles se precisan para conformar el equipo que afronte el reto de un viaje que puede durar de 500 a 1.000 días (entre ida y vuelta), sin posibilidad de ayuda y a un planeta del que solo se puede regresar cada dos años (cuando su órbita se acerca a la de la Tierra)? Eso mismo quiere probar la ESA en Lanzarote.