Un pleno abierto con el merecidísimo minuto de silencio por el 40 aniversario del asesinato del joven Javier Quesada en la ULL por los "grises", contó luego con la asistencia de alumnos de Primero de Derecho que llenaron la parte del público tras las preguntas a Clavijo. Eran tantos (en su mayoría jóvenes que hace poco pisaban institutos) que muchos se quedaron de pie por las insuficientes sillas. Los avisos que recibieron surtieron total efecto, pues mantuvieron un silencio casi virginal. No asistieron a ningún debate sobre futuras leyes que, en muchos casos, deberán estudiar, aplicar, exigir su cumplimiento o denunciar su infracción en juicios. Siguieron, por el contrario, diversas preguntas a consejeros y es difícil calibrar hasta qué punto les servirá la experiencia. No obstante, algunos de ellos, sobre todo situados en la franja en la que se ubican los periodistas, les dieron una lección a no pocos diputados que no solo no aplaudieron, sino que siguieron con indiferencia, desidia y casi desprecio la pregunta de Gabriel Corujo (PSC) sobre familia y libros de texto en Canarias.

Mostrando algunas ilustraciones en las pantallas, el diputado grancanario censuró el hecho de que esos manuales se refieran a las familias sin atender a las muchas singularidades que ahora presentan en una sociedad compleja, plural y muy diversa, manteniendo una visión unilateral, tradicional y casi más bien de la dictadura que iba bajo palio, sin ninguna alusión a matices o alternativas totalmente asentadas.

La consejera asumió la crítica y recalcó los esfuerzos por difundir todo lo contrario, algo que reiteró, incluso, por la noche con su comparecencia, a petición del PSC, sobre la transexualidad en las aulas. Según recalcó, más allá de los libros, los que forman son los docentes y son muy conscientes de ambas realidades, si bien sobre lo segundo aún queda mucho.

Aparte de esto, el pleno dejó momentos curiosos, como cuando el reloj le jugó una mala pasada a Curbelo cuando le iba a preguntar a Clavijo por la diversificación del modelo productivo. Pareció como que, en línea con su denuncia de la doble insularidad, la tecnología quiera perjudicar también a las islas periféricas. No obstante, se lo tomó muy bien y volvió a dejar clara su sintonía con el Gobierno.

Además, y en coherencia con la pasión que le pone a lo social, a Patricia Hernández se le escapó por la tarde un más que explícito, sintético y más bien frustrado o impotente "compadre...". Una expresión indignada, como un pellizco para que alguien se despabile y se ponga las pilas. Le ocurrió tras mencionar varios concursos de este año que han obviado las cláusulas sociales por las que ella luchó y que se llevaron a la norma. Mostraba así su enojo por cómo canta que algunas consejerías ni dejen entrever esa apuesta por la igualdad y el buen trato al trabajador, y más con un gobierno supuestamente nacionalista que debería priorizar a la empresa isleña.