Han pasado 40 años, pero la familia sigue esperando lo mismo que aquel 12 de diciembre: conocer la verdad. La Universidad de La Laguna (ULL) rindió homenaje ayer a Javier Fernández Quesada -el estudiante asesinado en 1977 en la escalinata del Edificio Central durante una carga policial- en un acto en el que participaron testigos del asesinato, profesores, políticos y la propia familia. Uno de sus hermanos, Carlos Fernández Quesada, recordó lo sucedido - "yo presencié los hechos"- y pidió "que el acto no quede solo en una conmemoración, sino que sirva para luchar por esclarecer lo que ocurrió y para que no vuelva a suceder algo similar en el futuro". "Han pasado 40 años y aún estamos pendientes de que se reconozcan los hechos", dijo con tristeza.

Carlos hizo esta petición ante una completa comitiva de políticos -sobre todo representantes del Ayuntamiento de La Laguna- y de miembros del gobierno universitario, entre ellos el rector Antonio Martinón, además de su propia madre y otro de sus hermanos. El acto se desarrolló en la Sala de Arte del Paraninfo y todos los participantes coincidieron en que la muerte de Quesada fue consecuencia de un acto injusto y desproporcionado, ocurrido en un contexto de impunidad judicial. El profesor Domingo Garí Hayek, especialista en esta época histórica, contextualizó esos años, caracterizados por una gran conflictividad laboral en Tenerife, lo que daba pie a numerosas y continuadas huelgas.

Los conductores de guaguas, un sector que había acumulado experiencia sindical incluso durante la dictadura, protagonizaron muchas de estas protestas, que pudieron llevar a cabo gracias al apoyo vecinal. "Durante las huelgas no cobraban, pero los vecinos les daban papas, vino, comida, u organizaban festivales para recaudar dinero". El empecinamiento de la clase obrera acabó teniendo éxito: los transportistas lograron un aumento del 50% de la masa salarial, en contra de lo establecido en los Pactos de la Moncloa.

La muerte de Quesada, sin embargo, fue un acto inexplicable. "Había una especie de pistolerismo asumido por los cuerpos de represión, porque Javier no era ni un activista destacado ni lideraba ningún movimiento político. Fue víctima de la época", lamentó. Tras su muerte se abrió una comisión de investigación en el Congreso, de la que formó parte el exprofesor y diputado socialista Luis Fajardo, que rememoró su experiencia de entonces, tanto como testigo -vivía apenas a 150 metros de donde cayó muerto de un disparo Quesada- como diputado. En su labor política tuvo oportunidad de participar en la comisión, la segunda que se creaba tras la reforma del reglamento del Congreso. También contó que vio a la Guardia Civil disparar cuando ya se había marchado la Policía Armada porque la protesta ya amainaba.

El asesinato de Quesada se reflejó en toda la prensa de la época, local y nacional. Los responsables de la Biblioteca de la ULL han recopilado esos testimonios, que desde ayer se exponen en una muestra en la entrada del edificio central. Su muerte se incluyó, gracias a la presión popular y política, dentro de la Ley de Memoria Histórica, que fijaba inicialmente el límite cronológico para reconocer a las víctimas de la represión franquista en el 6 de octubre de ese año, con lo que Quesada quedaba fuera por sólo 77 días. "Al final sí existió un reconocimiento como víctima, pero aún no sabemos de qué", explicó su hermano ayer.