La Asociación Nacional de Ciberviolencia de Género (Ancivig) detectó 32 incidencias de este tipo durante el pasado año. Marian Dorta, presidenta de la entidad, explica que la falta de medios y de profesionales hace que sea difícil apreciar y visibilizar la violencia digital, a la vez que resalta que la resolución o abordaje efectivo de los casos en 2017 permite identificar un aumento del maltrato a través de internet, el abuso o la negligencia.

"No nos damos cuenta, pero la sociedad se encuentra atrapada a través del mundo de internet y estamos dominados por las redes sociales", añade Dorta, que defiende que se debe priorizar en la prevención contra los diferentes tipos de ciberdelitos que pueden sufrir las mujeres.

"Del estado digital al físico solo existe una fina línea", y debemos entenderlo muy bien, porque no todas las agresiones son físicas, aclara Dorta. Los daños producidos por el ciberacoso (las amenazas, insultos o humillaciones) pueden producir secuelas o trastornos en las víctimas que perduran en el tiempo, afectando a la mujer en su vida diaria, tanto en el ámbito profesional como en el sentimental, según la portavoz de Ancivig.

Asimismo, relata que, a todas esas circunstancias, puede sumarse su deterioro físico, pues la experiencia y las evidencias ponen de manifiesto que, sin estrategias organizativas como las impulsadas por Ancivig y sus intervenciones, la palabra prevención queda solo en palabra predominante en los discursos técnicos o políticos, pero sin soporte suficiente en la práctica.

Desde Ancivig resaltan que las instituciones siguen sin ver la magnitud e impacto que genera la violencia a través de la tecnología. "En algunos de los casos que recibimos el pasado año, varias mujeres manifestaban que se sentían espiadas continuamente a través de su terminal móvil o redes sociales", concluye Marian Dorta.