La fotografía es arte, pero también una forma de comunicación. Desde que cada persona lleva una cámara en su teléfono, las imágenes sirven más como información que como recuerdo. Las enviamos para contar con quién o dónde estamos, pero las eliminamos pronto de la memoria del móvil. Así y todo, las nuevas oportunidades que da la tecnología han entrado de lleno en las aulas de Historia del Arte, donde un profesor, Carmelo Vega, lleva años usando esta aplicación en su asignatura. Su "modus operandi" es diferente al de muchos otros docentes: dentro de sus clases hay palabras prohibidas -no se puede decir que algo es bonito porque "el lenguaje es demasiado rico"-, pero sí se puede usar el móvil.

Carmelo Vega da Historia de la Fotografía a alumnos que cursan el grado de Historia del Arte en la Universidad de La Laguna (ULL). La primera vez que usó la popular herramienta de fotografía fue sobre el año 2012, y entonces todavía había muchos estudiantes que no sabían de qué les estaba hablando. "Muchas veces he tenido que explicar qué es", advierte. "Presupones que chicos de 20 o 21 años van a saber más que tú, que te van a enseñar a ti, y no siempre es así".

La principal motivación para introducir esta aplicación en sus clases fue despertar la imaginación de los jóvenes. Vega cree que, al contrario de lo que ocurre en estudios como Bellas Artes, eminentemente prácticos, en el grado universitario de Historia se presta poca atención al proceso creativo. Y él lo tiene claro: "No puedes enfrentarte al arte sin conocer la creatividad artística y, muchas veces, para muchos alumnos esta es la entrada a cómo se produce un proceso creativo".

El profesor marca distintas tareas a sus estudiantes para que las realicen utilizando esta aplicación. Han analizado la fotografía de viaje a través de las postales turísticas, reproducido retratos de otras épocas, montado exposiciones y creado fotolibros. "Cada tarea tiene un título y se corresponde con el temario de la asignatura". Los trabajos que les encarga obligan a los estudiantes a hacer un esfuerzo de empatía. "Si tienen que reproducir una imagen del siglo XIX tienen que tener en cuenta que no había luz eléctrica, no pueden ponerme un flexo".

El profesor les pide que no usen los filtros de Instagram, sino que jueguen con las posibilidades que permite la aplicación en aspectos como la saturación o la luz. "Son unos márgenes reducidos, pero la idea es que ellos tengan que construir de alguna manera la foto", explica. Este año ha dado un paso más y les ha dejado, incluso, que usen programas de edición, como Photoshop, y que luego suban la foto a la plataforma. "La clase se hace muy dinámica, los planteamientos son diferentes y al intercambiar opiniones de su propio trabajo ellos se sienten más involucrados? El hecho de revisar las fotos en clase, de que cada uno saque su móvil y se comparen todas las fotografías, es un proceso interesante", defiende.

"El objetivo no es hacer una práctica de clase y ya está, sino que haciendo ellos la fotografía entiendan mejor la propia historia de la fotografía, que se pongan en el momento histórico para conseguir un tipo de luz o piensen en la composición con los elementos que tienen".

Hace casi tres años que Vega convirtió lo que hacía en clase en un proyecto de innovación docente, reconocido por el Vicerrectorado de Ordenación Académica y dotado con una pequeña cuantía para desarrollar la actividad. Con ese dinero se han financiado fotolibros o se han hecho exposiciones. "Tú les puedes dar en la teoría cómo se hace un texto para una imagen o cómo se monta una exposición, pero no lo aprenden hasta que no experimentan el proceso".

Este año todo lo que tienen que hacer es sobre el retrato fotográfico, en distintas épocas. Les propone tareas, pero también practican en clase con los elementos que tienen.

Antes de Instagram, Vega ya innovaba. "Conservamos un pequeño laboratorio de fotografía analógica en el que hacemos prácticas muy sencillas, fotogramas, pero creo que para ellos es importante aprender cómo es el proceso. Te das cuenta perfectamente cuando les ves la cara la primera vez" que revelan una foto a la antigua usanza, cuenta mientras sonríe. "Es verdad que se ha impuesto la fotografía digital pero hay gente que también ha vuelto a lo analógico, a lo vintage: son procedimientos distintos".

Vega no es apocalíptico cuando habla de la fotografía amateur. Defiende que la historia de la fotografía es la crónica de una obsesión por construir un medio de producción técnica de imágenes, fácil de usar y accesible a todos. Ocurre hoy con los móviles, pero es lo mismo que ofreció Kodak cuando vendió su cámara a finales del siglo XIX. "El "usted apriete el botón y nosotros haremos el resto no solo fue un eslogan publicitario eficaz, sino una auténtica declaración de intenciones: no se precisaba saber fotografía, no había fotógrafo malo porque la cámara lo ponía todo, suplía nuestra ignorancia", explica el docente en uno de los libros que ha editado con los estudiantes. Las cámaras y las aplicaciones son cada vez más perfectas, lo que pone en cuestión la capacidad de elección. "¿Las fotografías se toman o se hacen?" "¿Dónde empieza y dónde acaba la libertad de acción en la fotografía cuando esa libertad es una posibilidad ya programada?".

Las clases de Vega cuentan la historia de la fotografía, pero también dan pistas sobre su futuro. La capacidad de producir imágenes de forma masiva supuso un cambio radical en la disciplina, al menos igual que el que hoy han generado las redes sociales. Porque la historia de la fotografía es, también, la historia de la tecnología.