El Día de Canarias supone una excelente ocasión para manifestar el legítimo orgullo por ser quienes somos y, lo que es más importante aún, por ser como somos. Dicho de otra manera, no me enorgullezco simplemente por ser canaria, me enorgullezco porque esta tierra y sus gentes hacen que me sienta orgullosa.

Somos gente solidaria, como demuestra nuestra implicación con las acciones de voluntariado o la multitud de asociaciones de atención a pacientes y familiares de diferentes patologías. Somos gente abierta, como demuestra la convivencia con decenas y decenas de nacionalidades diferentes o la facilidad con que pueden vivir su vida en Canarias con plena igualdad quienes por su opción de género han elegido ser diferentes.

Tenemos una estructura social sana y vertebrada; solo así se explica que se hayan podido soportar los efectos brutales de la crisis, a base de las redes de protección familiar y vecinal. Nuestras chicas y chicos se gradúan, o amplían conocimientos tras graduarse, en universidades de todo el mundo y nuestro acento se escucha en los campus de las principales universidades de España, Europa y EEUU.

Pero si me siento orgullosa de mi gente, también debo ese sentimiento a cómo es mi tierra.

Tenemos una de las mayores tasas de biodiversidad del mundo. Nos beneficiamos de un paisaje, un territorio y un clima que nos convierten en destino preferente de una de las actividades económicas más importantes y que más crece, el turismo. Nuestras condiciones climáticas nos permiten seguir avanzando en agricultura especializada y de alto valor añadido. Somos un lugar privilegiado para iniciar la senda del desarrollo de la Economía Azul.

Por eso me siento orgullosa de ser canaria, por cómo es nuestra tierra y por cómo es su gente.

Pero debo reconocer que no puedo sentir ese mismo orgullo con respecto a cómo se gestionan, desde el ámbito público, esas potencialidades.

Con esos recursos humanos y territoriales que antes he señalado, no puede entenderse que en Canarias casi una de cada dos personas se sitúe por debajo del umbral de pobreza o esté en riesgo de exclusión. Supone el mayor fracaso colectivo en esta tierra. Un fracaso que tiene responsables: una clase empresarial ávida y cortoplacista y un Gobierno inane, pasivo, incapaz de implicarse en un gran pacto por extender los beneficios del crecimiento que ha experimentado Canarias a quienes más lo necesitan.

Un Gobierno sumiso y servil a las exigencias de los más poderosos, en cuyo nombre es capaz de partirse la cara con España y Europa en defensa de privilegios fiscales para unos pocos. Un Gobierno capaz de proponer una Ley del Suelo que convertía nuestro patrimonio más valioso, el territorio y su paisaje, en solares a disposición de los señores del suelo hasta que fue enmendada, reconozco que insuficientemente, gracias al esfuerzo realizado por el PSOE que apostó por la vía correctora del acuerdo tras las enmiendas, antes que por un frentismo estéril que hubiera supuesto su aprobación tal y como estaba.

Vuelvo a los motivos para estar orgullosa. Después de años de hacer oídos sordos a las demandas de la ciudadanía, el Parlamento de Canarias ha acordado de forma mayoritaria, con la autoexclusión de CC y ASG, reformar una ley electoral injusta e insolidaria.

Hay motivos para el orgullo pero, sinceramente, mi mayor deseo es que en mayo de 2019 esos motivos sean aún más. Ojalá el próximo 30 de mayo pueda compartir con ustedes mi satisfacción porque en Canarias se haya reducido la tasa de pobreza, se haya implantado la educación infantil de cero a tres años, se haya desplegado una red efectiva de protección de las víctimas de la violencia de género y se hayan reducido las listas de espera a niveles tolerables.

¡Feliz Día de Canarias!