Justo por estas fechas se cumple el veinte aniversario de la finalización del nuevo edificio que a lo largo de este tiempo ha servido como sede del Cabildo de La Gomera. Y que por lo tanto pertenece a todos y cada uno de los vecinos de la Isla. Fue en 1998 cuando concluyeron las obras basadas en un proyecto de los arquitectos, Maribel Correa y Diego Estévez, y se pudo disponer de unas instalaciones acordes a las necesidades de los ciudadanos. Pero en cuyo diseño no sólo se tuvo en cuenta la funcionalidad, sino también la estética, de ahí que haya sido aceptado plenamente por los vecinos.

El presidente de la institución insular, Casimiro Curbelo, recuerda con nitidez tanto el día en que se comenzaron a poner las primeras piedras que sentarían las bases del edificio como cuando pudieron abrir las puertas del inmueble para que todos los gomeros conocieran de cerca la Institución. "Desde un primer momento tuve claro que no quería que este edificio se convirtiera en una muralla infranqueable, sino todo lo contrario. Por eso, el mismo día de la inauguración decidí abrir las puertas de par en par, para que todos los gomeros y gomeras se sintieran en su casa, porque el Cabildo es la casa de todos", comenta con orgullo.

En estas dos décadas la pieza arquitectónica se ha convertido ya en una de las más destacadas del catálogo insular y no sería descabellado asegurar que en el futuro será declarada Bien de Interés Cultural (BIC). Méritos desde luego los tiene. De esta manera se reconocería a un inmueble sin el cual ya no se entiende el paisaje urbano de La Villa.

El edificio llama la atención desde la distancia por su color rojo oscuro, característico de la toba roja extraída de las canteras de La Gomera, cuyo uso fue el único requisito que se impuso a los arquitectos. El inmueble resalta más aún al encontrarse justo detrás de la Torre del Conde, auténtico símbolo de la Isla. Es por ello que supone un ejemplo de buena arquitectura moderna, respetuosa a la vez con el Patrimonio Histórico. Es el marco insuperable para envolver al monumento por antonomasia de La Gomera y por lo tanto se puede hablar de todo un éxito a la hora de resolver lo que se convirtió en un verdadero reto y auténtico quebradero de cabeza: evitar que la Torre quedara eclipsada, en un segundo plano o se diera la impresión de que era engullida por el nuevo inmueble. Muy al contrario, el edificio se convirtió en un irrepetible telón de fondo.

Pero no fue fácil llevarlo a cabo. El encargo inicial corrió a cargo del entonces presidente del Cabildo, Ramón Jerez y se tardó nada menos que seis años en concluirlo. A la habitual complicación de contar con los fondos precisos, se unió que en pleno boom de la construcción costó disponer de profesionales especializados. En aquellos tiempos resultaba perentoria la necesidad de habilitar instalaciones adecuadas a las nuevas funciones del Cabildo, cuya sede estaba situada donde en la actualidad se encuentra el Consejo Insular de Aguas, en plena calle Ruiz de Padrón.

El presupuesto final sumó los cinco millones de euros y la inauguración fue presidida por Curbelo, quien ese día permitió que los ciudadanos pudieran visitar el interior del inmueble. Para disfrute del público y preocupación de Correa que tenía miedo a que se produjera algún destrozo. Pero muy al contrario, la jornada de puertas abiertas fue un acierto; dejó claro desde el principio que los gomeros tenían a su disposición un nuevo edificio, propiedad de todos.