La expansión es un propósito antiguo. La historia del ser humano está señalada por la búsqueda de nuevos horizontes y, en este escenario, se inscribe la apuesta de la aerolínea Binter con la puesta en marcha de una ruta directa que conecta el Archipiélago con la ciudad gallega de Vigo.

Este eje atlántico, que ya opera con dos vuelos semanales desde Las Palmas, se incrementará desde el próximo 30 de octubre con otras dos frecuencias que partirán desde el aeropuerto tinerfeño de Los Rodeos. El aparato, un "reactor", el fino y estilizado CRJ 1000 Bombardier, de la firma maltesa Medops, con capacidad para acoger hasta un centenar de pasajeros y que cubre el trayecto en apenas unas dos horas y media; casi un abrir y cerrar de ojos.

A bordo, un servicio cuajado de comodidades; asientos espaciosos y un completo "snack" ibérico, acompañado de vino, refresco o bien agua, que remata un café o si se quiere un té.

Cuando el comandante anuncia la maniobra de aterrizaje en el aeropuerto de El Peinador, el avión se va hundiendo en un mar de nubes y la ciudad va asomando. La temperatura, al mediodía, ronda unos plácidos 27º.

Vigo, con una población censada de unos 300.000 habitantes y que puede alcanzar los 500.000 sumando el área metropolitana, es el núcleo más poblado de Galicia. Su privilegiada situación geográfica la convierte en plataforma de penetración hacia el norte de Portugal (con una distancia de 25 minutos en coche a la ciudad de Braga o una hora y media hasta Oporto) y también próxima a localidades como Santiago o Pontevedra, a las que se llega en apenas unos 45 minutos.

Pero más allá de su carácter de nodo, esta coqueta localidad se basta por sí misma para atraer y cautivar al visitante, sobre todo por su gastronomía.

La relación de Vigo con el mar define la fisonomía de la ciudad y también de sus gentes.

Esa mar y su brazo, que es la ría, representa la fuente de vida, el motor económico y humano que ha ido esculpiendo y cincelando el carácter de un pueblo marinero y fabril, abierto al mundo, que en tiempos se lanzó a la aventura de la emigración de la que muchos, en el tornaviaje, regresaron con las hechuras doradas y opulentas de aquellos indianos que derramaron su riqueza en edificios, plazas, calles...

La ciudad, cuajada de astilleros, lonjas, industrias de transformación pesquera, plantas de automoción, etc. le concede su espacio a la mar, que es su razón de ser, jalonando el litoral con una sucesión de playas y arenales que conviven armoniosamente en este paisaje. (¡Cuánto le queda todavía por aprender a Santa Cruz de Tenerife!).

Frente a la costa, el Archipiélago de las Cíes, tres islas que se recortan, vigilantes, testigos del equilibrio natural. San Martiño y sus ruinas de salazón, Faro y Monteagudo, unidas a Canarias por el aire y la sal.

@sergioloj