Daniela bajó ayer a Santa Cruz con la firme idea de pasar un día diferente, un día de Coso. Encaramada en los hombros de su padre, pues de lo contrario le era imposible ver algo entre la multitud, se dispuso a presenciar el largo desfile carnavalero. Y es que, este año más que nunca, aumentaron las dificultades para observar el espectáculo con las obras de la Vía Litoral, pues se vio reducida la superficie para que el público se apostara a disfrutar de él.

Por el camino que los había llevado hasta la plaza de España, Daniela y su padre se habían encontrado a algunos de los que la noche anterior se les había hecho corta y, aún a esas horas, las 15:40, aproximadamente, se daban amor acurrucados en una esquina.

Desde la perspectiva que le daba la altura de su progenitor, Daniela vio pasar carrozas y coches engalanados, reinas y candidatas tiradas por vehículos 4x4. Una novedad. A todas menos a la primera dama adulta, a la que un problema con su traje le impidió participar. A las infantiles, las de su edad, las vio desfilar, incluso, de dos en dos.

Aunque también vio otras cosas, como a un concejal de Fiestas disfrazado de oficial alemán, o reivindicaciones poco carnavaleras como las del colectivo Anonymous, con una gran pancarta con el lema "El cambio te necesita, la revolución es ya".

Por ver, vio cómo la multitud denunciaba a unas carteristas, y cómo aplaudía la labor de los agentes de la Policía Local, que lograron capturarlas. Observó el lado malo de la fiesta.

Pero apenas habían pasado dos horas desde el comienzo del Coso y a Daniela le empezaba a dar sueño. "Va muy lento, vámonos ya, papá", se le escuchó decir. Solo el ritmo de alguna comparsa y los aplausos la mantuvieron despierta, los aplausos a comparseros, rondalleros y grupos de baile infantil, porque fueron estos los colectivos a los que el respetable brindó el mayor apoyo de la tarde. Y no porque hubiese frío. Solo lo hubo al final. El público se contagió de la falta de ritmo que, por momentos, hizo lento y tedioso el gran desfile, y agradeció el movimiento de unos y la entrega con sus afinadas voces de otros.

Con el reloj marcando las 19:00, ya no fueron los grupos sino la gente la que comenzó a desfilar. Ya por ese entonces, también Daniela había desistido de seguir con atención el Coso y se entretenía pensando en las atracciones en las que iba a jugar más tarde. A esas horas, algunas murgas apuraban los últimos metros del recorrido vendiendo libretos y CD. Mientras unas acortaban el trayecto para llegar antes al final de Francisco La Roche, otras formaban cual escuadrón militar y culminaban su particular desfile a paso marcial. Daniela ya ni los miraba. Cuando llegaron las carrozas que cerraron el desfile, con su música carnavalera, o no, Daniela y su padre aguardaban ya en la cola de la noria. Los fuegos artificiales los vieron desde allí.