Tanto han cambiado las cosas en la iglesia que ya ni el Entierro de la Sardina parte desde la calle Juan Pablo II, sino que ayer partió de Ramón y Cajal, para luego enfilar la chicharrera plaza militar y, desde ahí, a Weyler para bajar por la calle del Pilar, San José y "morir" en la Alameda, donde fue la quema.

El inicio de la sardina se hizo de rogar; como no puede ser de otra forma en un entierro, el más divertido y el nexo de unión del Carnaval actual con el de la mascarita tradicional. Un desfile sin orden y con el concierto de la banda de cornetas y tambores de La Candelaria, de Finca Pacho, donde ellos son ellas, y los otros, mascaritas. Tan pronto tocaban el "Mami qué será lo que quiere el negro", como otras interpretaban el "Himno de la alegría".

Junto a los personajes incondicionales del Entierro de la Sardina, los botones Manolo Peña y Fermín Hernández, de Mamelucos, que con corona en mano abrían la comitiva. Es el único momento con orden. El arranque. Y, detrás, un divertido desorden, donde ellos, disfrazados de ellas, desfilan con su modelito de diseño para la Sardina. Y es que no por ser el último acto del Carnaval "reglamentario" es el menos importante para ellos, que van de ellas, entre plumas y abanicos.

En este cementerio, la difunta, la Sardina que acompaña la Cofradía del Chicharro de la Ni Fú-Ni Fá, va detrás. Y en medio, el cortejo que regala ingenio y alimenta al público que se alonga a la acera en busca de un desmayo, ávido de recibir la broma.

El entierro comenzó diez minutos sobre las 21:00 horas, el momento previsto del inicio, y fue lento, hasta quemar la sardina después de la medianoche en la Alameda... y es que ya se sabe que todas las despedidas son tristes, máxime si se despide la fiesta del Carnaval, por mucho que el próximo fin de semana reste aún el Carnaval de Día.