Brujas, burras, agricultores y clérigos. Son los ingredientes del aquelarre de las Burras de Güímar, que volvieron a tomar anoche la plaza de San Pedro.

Este año, la lista de leyendas locales ha crecido con la inclusión en la trama de Las Burras de un conocido personaje de la zona, la Niña de las Peras. Según quien lo cuente, la historia sucedió a finales del siglo XIX o principios del XX, cuando unos padres del núcleo güimarero de San Juan enviaron a su hija, de edad indefinida, a buscar fruta al barranco de Badajoz. La niña no regresó a casa y la zona fue rastreada sin que se diera con el rastro. Varios años más tarde, entre 20 y 40, regresó a su casa, asombrosamente con el mismo aspecto que tenía al marcharse aquel día.

Según la leyenda, la joven contó que había llegado al barranco buscando la fruta que sus padres le habían encargado y que se quedó dormida al pie de un peral. Allí fue despertada por un ser muy alto y vestido de blanco, que no le inspiró ningún miedo y al que accedió a seguir hasta el interior de una cueva en la que había más seres como él. Finalmente, este ente de blanco la acompañó de nuevo a la entrada de la cueva y se despidió de la niña, que recogió las peras y fue camino a su casa. Ella pensaba que solo habían pasado unas horas, sin embargo, habían transcurrido más de 20 años.

Poco después de la narración de esta historia, las burras, descubiertas por los campesinos como las brujas que eran, convocaron anoche un aquelarre para invocar al diablo.