El que no sale en el entierro de la sardina de la capital tinerfeña es porque no quiere, y si no que se lo pregunten a Luis Mariano González, el célebre director de la desaparecida murga adulta Guachipanduzy, que estaba somnoliento en la casa cuando a las ocho de la noche, dos horas antes de que comenzara el desfile del miércoles de Ceniza, recibió la llamada de Javi "El Abogado", el representante de las comparsas en el jurado, líder de la Familia Monster en la Canción de la Risa y "capitana" de Las Legionarias del entierro de la sardina.

¿El motivo de la llamada a Luis Mariano? Carlos "El Manzanita" se encontraba indispuesto y el "personaje estrella" de las Legionarias de esta edición había causado baja de última hora. Estrenaban cabra de la legión y no podía salir. La llamada de Javi bastó a Luis Mariano para solventar el contratiempo, y en media hora estaba en el cuartel general listo para desfilar desde la calle de Juan Pablo II hasta la Alameda, y de ahí a la avenida marítima.

La sardina fue diseñada por Javier Caraballero -algo así como el multiusos del Carnaval: tan pronto hace un escenario como dirige el espectáculo de los reyes en el estadio o triunfa con los concusos de las agrupaciones musicales o comparsas del Carnaval-. La construcción corrió a cargo de Elena González, la hija del Enrique González, uno de los promotores de esta iniciativa "cuarentona" ya desde su recuperación.

Con puntualidad británica, como la guardia que encarnan Manolo Peña y Fermín Hernández -que este año llevaban su tradicional corona con el añadido del control de calidad de la Sociedad Mamel''s-, arrancó el desfile, que partió con la Sardina enfilando Méndez Núñez. El funeral carnavalero comenzó una hora después respecto al horario del año pasado, pero lejos de ser un fracaso, fomentó la participación, hasta el punto que en 20 minutos Méndez Núñez quedó colapsada. No había llegado la cabecera a la subdelegación del Gobierno y el cortejo aún bajaba por Juan Pablo II.

A diferencia del año pasado, cuando uno de los platos fuertes del entierro fue la participación de los murgueros que protagonizaron el número conjunto en la gala, esta edición su participación quedó deslucida. Hasta perdida.

La fiesta estaba a pie de calle, por más que al cierre casi del cortejo fúnebre estuvieran Pepe Benavente, su "gallo" y el "polvorete", y Rafael Flores "El Morocho". Entre las centenares de viudas, la propia constructora de la sardina, o la concejala, o gente del Carnaval perdida entre el anonimato.

Si alguien pensó que los chicharreros iban a utilizar el entierro de la sardina en desagravio por el descaro drag de Las Palmas, se equivocó. Fue una de las ediciones con más viudas de cuantas se recuerda, sin elementos fálicos ni excesivas referencias religiosas que quedaron diluidas entre las viudas, por más que se encontró al exconcejal de Fiestas Fernando Ballesteros, con hábito en la clausura en la que permanece desde que abandonó la vida pública y como siempre regalando humor.

La sardina, pequeña, a escala del escenario del recinto ferial, estuvo flanqueada por una escueta cofradía del Chicharro, bien por la menguada participación de componentes o porque quedaron diluidos entre la muchedumbre que ayer, más que nunca, lloraba por que el Carnaval toque a su fin en una de las mejores ediciones que se recuerdan.

Entre las novedades de este año, desmayos hasta con pértigas, o el auge de lápidas, de diferentes formas, quizás porque ha sido un Carnaval lapidario. De éxito.