La calle adoquinada que une la ermita de San Telmo con la plaza del Charco vivió anoche un ambiente más propio de un coso taurino que de un maratón masculino. Una vez concluyó la inscripción de participantes en la plaza del Charco, los 445 inscritos se dirigieron al punto de partida, el entorno de San Telmo. Y desde ahí, a sortear los obstáculos sobre plataformas de un mínimo de 8 centrímetros de alto. La altura del zapato, los adoquines y, encima, los obstáculos.

Era el escenario de una vía empedrada acotada por unas 30.000 personas que, como si fuera un tendido taurino, coreaban cada uno de los pasos, o mejor de los deslices, de los participantes. Cuanto más vértigo o inestabilidad, más se sentía el calor del público, solo comparable con ese ambiente que se vive en los encierros taurinos. Así, cuando se tambaleaban los "acróbatas" de las plataformas sobre adoquines, la calle se venía arriba con los gritos y los aplausos del público.

Entre los participantes, desde Tamara la turronera a las agricultoras que plantaban papas en los adoquines, los ángeles del amor regalando chupetes de corazón, o unas mesas camillas con las santeras que parecían esas capillas que antaño se llevaban con el santo de casa en casa.

Carnaval en pura esencia. Fantasías de calidad y, sobre todo, diversión.

Ya en la plaza del Charco el visitante advertía que asistía a algo transgresor solo por el título de las fantasías de los participantes. Es más la chispa de humor que enciende la diversión que se extiende entre bromas de participantes y públicos. Por un momento parece que los más de 22.000 participantes se conocen por la complicidad entre público y mascaritas. Eso sí, solo hace falta un disfraz y, condición fundamental, al menos 8 centímetros de tacón, buen humor y ganas de diversión.