La subasta del Carnaval recuperó ayer la tensión por la que se caracterizaban aquellas "guerras de las turroneras", o las peleas por los mesones. Casi 15 años después de la "subasta de la Unipol" en el parque Viera y Clavijo, los agentes volvieron de actuar para apaciguar los ánimos del "Boliche". El hombre se vino a buscarse la vida al Carnaval con un puesto de turrones, dulces y derivados. El precio de salida eran 656 euros y acabó pagando 2.459 por la puja de otro interesado que se dedicó a subir y bajar la mano. El gerente de Fiestas, José Ángel Alonso, pidió orden, con los ánimos caldeados mientras los conocidos de quien finalmente se lo adjudicó reprochaban al otro que no entrara en litigio porque el no se dedicaba a ese género. El adjudicatario fue a la mesa, pagó, subió las escalinatas y al pasar por detrás de su "oponente" en la puja se acercó, le "dio las gracias" y le dejó un cogotazo. Tardó más en acercar la mano que en caerle encima tres agentes agentes de la Unipol, que se lo llevaron, mientras su pareja, también en la sala, lamentaba lo ocurrido en tono desafiante.

No fue el único incidente de una subasta caliente. Un puesto de perritos en la plaza del Príncipe se licitó a 4.196 euros y se remató en 7.974; o la joya de la corona de esta subasta: el mesón que está junto a la fuente de la plaza de La Candelaria salió por 17.558 euros y se adjudicó por 29.894 euros.

De los 62 puestos, se adjudicaron 41 y se recaudaron 161.909 euros, más que los 149.000 del año pasado o los 131.000 de 2016, pero por debajo del récord de la etapa de Norberto Plasencia y Pedro Mengíbar (2010 y 2011). Ayer volvió la puja de la tensión; ganó el Carnaval.