"¡Tú no te imaginas el cariño y los ánimos que nos dan los vecinos de Finca España!". Con esta frase comienza la visita a uno de los locales en los que ya guarda sus cinco fantasías Jonathan Suárez (Santa Cruz de Tenerife, 1974), diseñador que hará cinco reinas: dos adultas, otras tantas infantiles y una para la gala de los mayores. "Tengo llaves que me dan los residentes de forma desinteresada para que guarde cosas en sus salones. ¡Es impresionante el trato que nos dan!", dice en referencia a las dieciséis personas que integran su equipo. Y es que ser candidata de Jonathan Suárez conlleva formar parte del grupo de trabajo, como ocurre con Thalía Ruiz (que representará a la firma Gabinete de estética África y Vicky) y Érika Hernández (de Estación de Servicio Cepsa Vuelta de los Pájaros). Igual ocurre con Carol, "reina" de 2018 Jonathan, que sigue "enganchada" en el equipo.

"El día de la gala, los vecinos lo saben y no aparcan los coches en la calle para facilitar el paso del camión que viene a recoger los trajes", añade. "Dos detalles más dignos de admirar a los vecinos de Finca de España. Una vez, acabaron confeccionando los trajes en todas las terrazas exteriores de las viviendas, resguardados del agua; o la otra vez que llovió y estaba ensayando las reinas con los carros en la calle y los vecinos salieron con sábanas para proteger los trajes", recuerda.

Jonathan Suárez, peluquero de profesión, comenzó como bailarín de Rumberos en 1990, gracias a la invitación que le hizo Nico, un cantante, y continuó en el cuerpo de baile hasta 2015. Presume de haber participado en el equipo del laureado diseñador Leo Martínez, y admirador de las estructuras de Vicente Pérez. Al margen de reinas y comparsas, también ha diseñado a murgas y otras modalidades del Carnaval.

Casi sin tregua, Jonathan desde que está en la gala está ideando cómo reinventarse de cara a la siguiente edición. Su primera reina la presentó en 1997. Poco más de veinte años han pasado desde su estreno, y en varias oportunidades ha presentado más de una reina, tanto en Santa Cruz, como en otras localidades, como Puerto de la Cruz o Candelaria, donde logró damas de honor.

Jonathan Suárez concibe el diseño como un pulso por lograr lo efímero y lo volátil, dos palabras que utiliza con su verbo a la hora de transmitir al público la sensación de que el traje no parezca pesado, sino que la candidata "casi levita" en ellos. De cara a 2019, dos confidencias: uno de los trajes juega con los sentimientos; otros, ahondará en cómo se hizo.

La conversación con Jonathan viene cargada de cultura de Carnaval, en especial de galas. Es categórico a la hora de destacar la personalidad de dos reinas de los años ochenta: Mónica Raquel Estévez y Seve Suárez. "Tenían temperamento y predisposición", dos claves para "vender" el traje al público.

Reacio a poner límite al número de candidatas que se quieran presentar a reinas, Cande -la "secretaria" de Jonathan en el equipo- destaca del diseñador su habilidad por innovar, como cuando se empeñó en el uso del aislante del parqué, o capaz a hacer piezas para las fantasías con botellas plásticas. "Los trajes son fotogénicos". Lo aprendió de Leo Martínez. Hace piezas -este año un traje lleva 60 y otro, casi un centenar- y es capaz de montarlo, sacarle foto y al día siguiente replantearlo. Otra seña de identidad de su ingenio: "Reinventarse".

Las reinas de la plastilina

Pieza fundamental en el equipo de Jonathan Suárez, "el cuñado", testigo de los primeros pasos del diseñador y, además, el "jefe", como le reconoce Cande. "De chico veía una reina, se iba para el cuarto y venía con los trajes modelados en plastilina. Eran exactamente igual", reconoce "el cuñado". Junto con Jonathan, sueldan las estructuras de las fantasías. El primer año, pagó, pero ya el segundo decidió aprender para ahorrar el dinero, y luego se lo repasa el "cuñado", desvelan en el equipo, que descansa de un intenso domingo de trabajo.

Inicialmente, Jonathan tenía previsto presentar tres reinas; una en cada categoría. Luego el propietario de la Estación de Servicio Vuelta de los Pájaros le trasladó la inquietud de volverse a presentar, pues ya estuvo en una gala en 2017. "Un día, una niña pecosa, de 11 años, me tocó a la puerta del local y me dijo que quería presentarse y que si no lo hacía esta edición, ya no lo podría hacer por la edad. Me partió el corazón, pero acepté el reto".