LAS INDUSTRIAS no están resistiendo el embate de la crisis económica actual y cada día que pasa contemplan su acelerada destrucción, lo que hace que los que tienen altas cotas de responsabilidad en los gobiernos tengan dentro de sus opciones la vuelta a la agricultura o apuntalar ésta con mejores soportes.

Ya lo decía un sabio días pasados o se revierten los valores en la economía con un regreso al campo, o se perderá la gran batalla del siglo XXI, que será la de la alimentación, la de la mera subsistencia.

Será la alimentación el oro negro del futuro. Más que el petróleo, son el agua y la tierra las principales fuentes de vida .Y si existen países ricos en petróleo, como los árabes, estos están empobrecidos de agua y de materias alimenticias necesarias para afrontar una crisis que se les viene encima, al igual que a nosotros. Ante esta situación futurible a corto plazo, lo que están propiciando estos países es, ni más ni menos, que compren o se alquilen amplias zonas de territorios en otras latitudes y que funcionen como despensa, como reservorio, porque saben que el petróleo -y ante la bajada acentuada que tendrán en su producción por el descalabro industrial- no les será suficiente para subsistir.

¡Comprad tierras! ¡Invertid en granjas! Así se pronunciaba Jim Rogers, preclaro gurú de las materias primas. Ante esto, lo que se propicia es comprar millones de hectáreas como se hace en Argentina y Ucrania, así como existe una serie de bancos que está ofreciendo amplias zonas de territorio en Brasil. Con ello, con esta dinámica, lo que se pondrá en trance va a ser un nuevo modelo de producción que apunta o parece apuntar irremediablemente hacia la tenencia de la tierra como factor de riqueza, lo que dará origen a una nueva fase que estaba en el reducto de lo no previsto, y que según los que entienden de estas cosas, se llamará "neocolonialismo agrario".

El territorio, y más el nuestro, ha sido machacado por la voracidad del cemento, que ha hecho que se mirase a la construcción como la panacea, como el orden económico que se pensaba indestructible. Y ya ven. Muchos de esos empresarios nuestros, dado que el capital no tiene rostro y ante su deseo de seguir acumulando ganancias y de no alimentar pérdidas, se van, miran para otro lado, donde la presión sindical no existe y los salarios están muy por debajo de los nuestros. Y así, en países como Cabo Verde y Marruecos, por ejemplo, sus ganancias seguirán boyantes, ya que para ellos el mundo ni comienza ni termina en las islas, va mucho más allá.

Una vuelta a la agricultura es lo que están pensado países que son ricos, y nosotros estamos en una franja intermedia y con una industria turística de la que no se sabe qué pasará con ella. Una de las alternativas es volver los ojos al campo como fuente no sólo de supervivencia, sino también de riqueza, a la vez, eso sí, que se tendrá que seguir gestionando la crisis del turismo como única industria relevante.