COMO SI DE UNA MALDICIÓN bíblica se tratara, Tenerife padece la acción de los falsos ecologistas, de los políticos que se oponen a su desarrollo -no sólo los de Las Palmas; también los de aquí, pertenecientes tanto al PSOE como al PP y hasta a CC- y de algunos profesores de la Universidad de La Laguna. Respetamos la altura intelectual y la labor que realizan catedráticos de la talla de Wolfredo Wildpret, profesor emérito de la citada institución, o Alberto Brito, catedrático de Biología Marina. Sabemos que actúan de buena fe, si bien no compartimos algunos de sus planteamientos. No podemos decir lo mismo de otros individuos que utilizan la Universidad de La Laguna para conseguir sus abominables objetivos. Fines que no son otros, como decimos, que perjudicar a Tenerife. Por prudencia no los citamos. Tan sólo apuntamos que uno de ellos nos ha llamado miserables y, en consecuencia, ha sido denunciado por nosotros.

En EL DÍA nos duelen las desgracias que sufre Tenerife por la intervención de estos pérfidos individuos, instigadores de quintacolumnistas que sólo desean el hundimiento de esta Isla. Porque en unos tiempos como los actuales, cuando la crisis nos empuja al abismo y nos espera, como mínimo, un año de grandes carencias, hay que nadar con mucha fuerza para mantenernos a flote. Quien se queda quieto, se hunde y se ahoga.

La preservación del medio ambiente es un asunto importante, pero no podemos renunciar al desarrollo, precisamente, como decimos, cuando más lo necesitamos, en aras de unos planteamientos que a menudo poco o nada tienen que ver con el ecologismo serio. Sobre todo cuando bajo esos planteamientos de defensa de la naturaleza se esconden, como es en el caso del puerto de Granadilla, torticeras intenciones políticas. Posturas, parafraseando a Felipe González, como mínimo sospechosas, y como máximo mucho más. ¿A cuenta de qué tanto interés en la prensa canariona por el puerto de Granadilla? ¿Por qué se ocupan más de la construcción de esta infraestructura esencial para Tenerife, que de la también polémica ampliación del puerto de Arinaga? ¿Siguen pensando ciertos dirigentes políticos, y sus periodistas correveidiles, que aquí nos chupamos el dedo?

También consideramos muy respetable al rector de la Universidad de La Laguna, aunque se le ha escapado de las manos la actitud de ese grupúsculo de profesores empeñados en perjudicar a Tenerife. Individuos que abjuran del deber de imparcialidad en el ejercicio de su labor, y adoptan posturas subjetivas no como ciudadanos, pues a eso tienen perfecto derecho, sino en virtud de un cargo que les obliga a servir a la sociedad y no a esos intereses personales ya mencionados. Deberían ser conscientes de que son los ciudadanos canarios quienes les pagan sus sueldos con sus impuestos. Por eso Tenerife no puede consentir que, de forma inconsciente o premeditada -esto último sería gravísimo en el caso de probarse- favorezcan a la tercera isla.

El gran error en el proyecto del puerto de Granadilla ha sido no iniciar las obras cuando correspondía. Preservar el medio ambiente es importante. En ese sentido, no están de más las observaciones de los auténticos ecologistas. Opiniones de expertos, y no las de rufianes a sueldo de intereses ajenos que confunden a la opinión pública con sus mentiras. Pero más allá de esa imprescindible conservación de la naturaleza, nuestra Isla no puede renunciar al desarrollo y a la creación de puestos de trabajo, máxime en tiempos de crisis como estos.