Benditos los chicharreros de esos cerca de treinta mensajes "msn" que me han llegado a mi ordenador con gratitud por el esfuerzo de investigación y por la lucha permanente por exigir, que en ningún momento es pedir, libertad para un lejano Archipiélago atlántico como son nuestras queridas Canarias. Y ¡bendita la madre que los parió! A esos treinta y cuatro mensajes "msn" que han puesto a parir a mi intelectual, patriota y director, don José Rodríguez Ramírez, y a este humilde servidor, por luchar por la misma causa: la soberanía canaria y la capitalidad de Santa Cruz.

CUANDO don José Rodríguez Ramírez, bandera viva del patriotismo, luchador incansable y digno heredero intelectual de ese poeta, escritor y periodista que fue don Leoncio Rodríguez, cuya huella de obra ha quedado para la historia, me invitó a escribir los domingos un "Criterio" en su "absolutamente independiente" diario EL DÍA, me lo pensé mucho.

Me lo pensé porque, a pesar de mis más de cuarenta años de profesional en la prensa escrita, radio y televisión nacional, dudaba de considerarme digno de tamaño honor.

Era la primera ocasión que se presentaba en mi vida profesional, de periodismo -yo vengo de la denominada "prensa libre nacional", que no existe y es pura demagogia política-, la oportunidad de escribir en un periódico como EL DÍA, totalmente independiente, existencia algo milagrosa en estos tiempos, y por si fuera poco, defensor de la causa más dañina, vergonzosa y humillante a la que puede someterse un pueblo: a la esclavitud colonial, al reparto casi humillante de "favores" y a las siempre interesadas intenciones de Borbón tras Borbón y gobierno tras gobierno.

Y finalmente acepté, tamaño honor, bajo el título genérico de un "¡Nosotros podemos!, porque soy un soñador de los que piensan, mientras duermen, que las injusticias no pueden ser eternas y Canarias no puede sucumbir bajo una larga crisis como la que nos espera, equivocadamente cubierta en la Península por el actual Gobierno, con parches, de los cuales a nosotros no nos llegan más que estrechas "tiritas" por las que se nos escapa la sangre de cada vez mayores heridas.

Y por si fuera poco, en estos momentos, con dependencia directa de un político como Manuel Chaves, personaje que tras su larga permanencia como gestor máximo de la Junta de Andalucía la abandona con el mayor índice de desempleo de toda España, y según mis noticias de toda la UE.

Esto sin olvidar los mayores escándalos de corrupción urbanística y municipal de toda la Historia de España, como los casos de Marbella.

Menos mal que nuestra guapa portavoz de Coalición Canaria Ana Oramas, dedicó los escasos minutos de defender al deprimido Archipiélago en su comparecencia de las Cortes, en defender a Andalucía, y Chaves, suponemos, le deberá el favor.

Retorno a los treinta y cuatro mensajes insultantes, injuriosos, degradantes y, con la mano en el corazón, le aseguro estimado lector/lectora que los que más me han dolido han sido los reproches dedicados a ese patriota intelectual que es mi director.

He notado, es vicio profesional, que muchos por su estilo de redacción pertenecen a profesionales del periodismo, lógicamente amarillista, de la isla de enfrente, y no les he devuelto el ataque, sino que, por el contrario, les he invitado, un próximo día, a tomar un café y tratar de demostrarles lo equivocado que está el canario españolista que prefiere vivir sometido. Yo no entiendo las "guerras" con armas ni la violencia aún dialécticas, sino aplastando con la razón, porque la razón, aunque tarde, siempre queda encima.

Un admirado periodista como fue Larra dijo: "Un pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificado con ellas". Y uno de los mayores filósofos y pensadores como Rabindranat Tagore ha dejado escrito: "Engarza en oro las alas del pájaro y nunca más volará al cielo".

La lucha, que con el mayor de los esfuerzos mantiene jornada tras jornada EL DÍA, contiene un mensaje claro y contundente: no continuemos siendo colonia española otra media docena de siglos, los cuales, lógicamente, no viviremos, porque tras este largísimo periodo de crisis que acabamos de iniciar, y donde tan sólo nos van a llegar ideas estúpidas y "tiritas" para sanar nuestras sangrantes heridas, vendrán otras encadenadas de crisis, posiblemente peores, porque el mundo económico ha cambiado totalmente su sistema y de forma irreversible.

La siguiente posibilidad está en que nos invada Marruecos, y las banderas con la luna ondeen victoriosas sobre las terrazas de nuestros Cabildos.

¿Son en estas circunstancias una locura, una desfasada e irreal imaginación, o una ofuscación senil -como nos han dicho- defender el único y victorioso remedio que nos queda para salvar, y con bienestar, nuestra patria canaria?

Las ofensas siempre duelen, aunque lleguen de plumas de mequetrefes e ignorantes, y a mí, personalmente, me han dolido las que han puesto en duda mi defensa de Canarias.

Y por si esta fuera mi última colaboración con un Criterio les voy a contestar:

Hoy tenía previsto publicar un texto bajo el título: "Si usted padece del corazón, no lea este Criterio". Estaba dedicado a un descubrimiento sorprendente tras unas largas jornadas de información en todo tipo de archivos, dura investigación, y entrevistas a media docena de historiadores. Quería contarles a la mayoría de canarios que lo ignoran que han estado en dos ocasiones al borde del abismo total. Ellos, sus esposas, sus hijos, los ancianos?

Que hablamos mucho de la terrible masacre de los padres de nuestros padres, los guanches, del padecimiento extremo del Archipiélago durante la Guerra Civil, pero que los canarios -en su casi total mayoría- desconocen cómo han sido un pueblo a punto del exterminio por órdenes directas de los amos de las colonias.

Lo siento, siento no poder contárselo en esta ocasión, pero los ataques a ese hidalgo intelectual que es don José Rodríguez y a mí me han obligado a cambiar el tema del actual Criterio.

Defender desde mi pluma a uno de los más ilustres canarios que, por suerte, nos queda, sería un torpe atrevimiento. Todo el Archipiélago conoce su trayectoria, su hombría, su inteligencia y su calidad humana, pero en cambio de Fernando Gracia sí existe un marcado desconocimiento, y a partir de este momento contesto a quienes en sus mensajes me han dicho cosas como estas: "¡Qué coño defiende un peninsular a Canarias!"; "¿Quién le ha invitado a sentarse en nuestra mesa, godo de la mierda"; "¿A qué partido político pertenece para escribir dando consejos?"; "¿No se siente ridículo siendo la voz de su amo?".

Los periodistas tenemos un privilegio: poder hacer malabares circenses con las palabras sin caer jamás en la mentira, y esto es lo que voy a tratar de hacer a partir de este momento para contestar a todos esos "energúmenos" que no merecen la santa madre que les parió.

Mi padre, el hombre más bueno del mundo y un artista de la acuarela y la caricatura, que nunca pasó a la historia porque su humildad no lo hubiera consentido, era un portuense de la cabeza a los pies.

De niño, se sentaba en una roca y sobre unas cuartillas dibujaba el ir y venir de las olas contra la arena y contra las piedras de defensa del puerto.

Se pasó tantas y tantas horas mirando el Atlántico que se le pusieron los ojos de un impresionante azul, el azul del mar que es único.

Muchos años después contaba a sus tres hijos: "El Atlántico, la mar, es lo único puro que queda en el planeta porque no la habita el hombre".

Nuestro padre decidió estudiar una carrera, y con la aceptación de mis abuelos viajó a Cádiz y se matriculó en la facultad de Medicina.

A los tres cursos, inducido por los compañeros, que la juventud todo lo puede, decidieron trasladarse a la metrópoli y continuar la carrera en la Universidad de Madrid, que se encontraba junto a Atocha en el Hospital de San Carlos.

Y llegó la Guerra Civil, y hubo que correr y esconderse, y mi hermano mayor, a quien todos conocen porque todas las semanas ilumina una página dominical de EL DÍA con un personaje canario brillante, que los hay por cientos, nació en un sótano madrileño, entre los últimos bombardeos y con la única asistencia a mi madre de nuestro padre y una olla de agua caliente.

José Carlos Gracia, con total imparcialidad, está hoy considerado como uno de los tres retratistas más importantes de toda Europa.

Pasaron los años y llegué al mundo yo, y mis pretensiones, mucho más modestas, fueron por los caminos de los medios de comunicación, donde aún continúo.

Cinco años más tarde nació nuestra hermana, Anchane, una poeta de una sensibilidad impresionante que, dos años antes de fallecer, ganó uno de los máximos galardones que se entregan en España: Primer premio de Poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid del año 2006, y titulado "Lo perdurable o el entierro de Borges".

José Carlos Gracia retornó al Puerto de la Cruz, y desde hace casi medio siglo mantiene allí su casa, que es a la par estudio y museo, al cual está invitado a visitar todo chicharrero que ame el arte.

Yo, desde mi adolescencia, me he sentido humillado por la falta de soberanía de Canarias, y por su sometimiento como colonia, y así lo he ido relatando en cada conferencia dada en universidades europeas bajo el tema de "Libertad".

Hace varios años, comencé a visitar a los más importantes intelectuales españoles para implicarlos en la lucha de eliminar la última de las colonias españolas, y visité a muchos, como Alberti, Cela, Borges, Pablo Picasso, María Zambrano, Carmen Martín Gaite o Francisco Umbral, con quien aparezco en la fotografía que ilustra este artículo, y donde, a lo largo de tres horas, en su casa le rogaba que salpicara la idea de "libertad para Canarias" en sus artículos. Desgraciadamente, poco después cayó mortalmente enfermo, pero, salvo dos excepciones, todos ellos, ilustres intelectuales, consideraron la valiente idea como necesaria, y prometieron incluir el mensaje cada vez que tuvieran oportunidad. Yo luchaba por Canarias.

Quiero dejar patente que no me encuentro afín a ningún partido político, ni de derechas ni de izquierdas, tampoco a un sentimiento republicano, ya que si la monarquía prácticamente no existe más allá de la "prensa rosa", no tendría ningún sentido hoy la república. Tampoco puedo defender que soy "apolítico", porque es algo que no existe, pero sí un defensor de la libertad y de la justicia, las dos causas por las que después de seis siglos continúa sufriendo mi querida Canarias.

El camino por defender la soberanía del Archipiélago me ha ocupado, bendito sea el tiempo, casi media vida. ¿Merezco que se me trate como extraño, como peninsular o como godo a estas alturas por canariones e incluso algún chicharrero?

No quisiera cansarles con este Criterio, que a lo mejor es el último. Les contaré: nunca me han dolido prendas por defender la verdad, que en mi propia casa, en este valiente periódico que está convertido en bastión de la razón, también me he sentido extraño por determinadas figuras. He presentado cinco libros en Tenerife, y a todos los actos he invitado, por escrito y telefónicamente, a una de las plumas más brillantes y leídas que componen su equipo de Criterios, pues no sólo el personaje no acudió a ninguno, sino que ni siquiera se disculpó con un simple resfriado.

Hace pocas semanas citaba a otro admirado compañero de extraordinaria pluma, que reflejaba la actual crisis en las calles nocturnas de Santa Cruz, repicando cuatro de sus líneas ante un: "Me atrevo a incluir este párrafo que es casi cinematográfico". ¡Qué bien escribe y describe!

No he recibido ni un "msn" de siete letras que dijera "gracias" por este detalle, ni tampoco de mis compañeros del mundo de las letras insulares. ¿Qué tienen contra mi esfuerzo? ¿Es tan absurdo convertirse en un pueblo libre? ¿Han viajado tanto a la metrópoli que se han hipnotizado?

Mi querido y admirado amigo don José Rodríguez, posiblemente no fuera la mía la pluma con fuerza, conocimiento de la historia, y el amor suficiente para defender, en esta recta final, el derecho a que Canarias sea soberana.

Lamento mi torpeza y tristemente me duele conceder la razón a esos treinta y cuatro mensajes de la isla de La Palma, que me han puesto a parir por defender, con mis pacíficas armas, lo que para ellos es una quimera; que Canarias es de los pocos lugares de este triste planeta que puede salir de la crisis, que puede ser el lugar más bello y codiciado del mundo y, sobre todo, una auténtica nación de bienestar y respeto.

Hoy me tengo que despedir con la ambigüedad de un "¡Nosotros podemos!" o un "¡Ustedes pueden!". Mi director tendrá que tomar la decisión.

fggracia@hotmail.com